Las áreas cerebrales donde se aloja la música y los recuerdo asociados a ella son las últimas en resultar afectadas por la enfermedad. Partiendo de esta premisa de la memoria musical y de su capacidad para sentir emociones, se plantea esta terapia para mejorar el ánimo de las personas afectadas.
El proyecto se está desarrollando en Cájar (Granada), en el centro de mayores de Cáxar de la Vega. Pepe Olmedo, impulsor de la idea, está licenciado en Psicología y hizo un máster en Psicología Clínica y de la Salud, además es un apasionado de la música, guitarrista del grupo de rock Histeria Innokuay miembro activo de jam session en Granada. Con 26 años, está al frente del proyecto y espera que de esta experiencia salgan más centros de la tercera edad y residencias para mayores que utilicen este recurso.
Pepe Olmedo, que asistía como voluntario al centro de mayores Cáxar de la Vega, ya había observado los beneficios de la música en las personas mayores que acudían y decidió empezar a usar cascos, como en el vídeo, para ver si estos se incrementaban. Junto con sus compañeros de proyecto constató que pocos centros usan los cascos para la reproducción.
El grupo de personas implicadas en el proyecto consta de dos psicólogos sanitarios, músicos y una neuropsicóloga que investigaron en los últimos estudios en psicología y neuropsicología sobre el poder de la música en la mente y cómo influye en el procesamiento cerebral en relación con la enfermedad de Alzheimer y otro tipo de demencias similares y constataron que entre las últimas áreas cerebrales en atrofiarse en el cerebro enfermo se encuentran las encargadas de la memoria musical y la capacidad de sentir emociones.
Cuando los pacientes escuchan con los cascos música que para ellos ha sido relevante se observa un cambio en la mirada que parece que aumenta la conciencia de sí mismos y de lo que les rodea. También mejoran los trastornos de comportamiento y agitación en pacientes en estado moderado-avanzado, lo que reduce la terapia farmacológica y, por tanto, sus costes y efectos secundarios. Por otra parte, mejora la cooperación en las actividades, en los trastornos alimenticios, el lenguaje y estado de ánimo. En definitiva: mejora la calidad de vida del enfermo, de los familiares y de los profesionales que les atienden.
Desde Música para despertar señalan el descenso de agresividad al realizar tareas cotidianas como lavarse, comer, deambular sin un objetivo, los problemas de atención, tomarse la medicación y la sociabilidad. Todo esto en conjunto mejora la comunicación e incluso, en ocasiones, permite a los pacientes intentar realizar actividades que se daban por perdidas.
Por otra parte, las personas que ven es sus familiares o pacientes el efecto que ellos produce la música también «despiertan» a una nueva alternativa para ayudarles.
El proceso con cada persona con alzhéimer se inicia con una evaluación neuropsicológica para conocer su estado cognitivo. Paralelamente se celebran reuniones con los familiares para saber qué música es del agrado del paciente o ha sido significativa para él. Con los datos recogidos se señalan unos objetivos según la problemática de cada paciente y los efectos que se pretenden conseguir.
El trabajo se centra en enfermos de alzhéimer y otras demenciasen estado avanzado y muy avanzado, aunque también se realiza en menor medida con personas menos afectadas. La edad de las personas que participan de esta terapia va de los 75 a los 104 años y en cada caso es única, como lo es cada paciente.
Cada persona, cuando empieza a escuchar con los cascos la música, tiene su propia reacción. En general, se asombran de lo bien que suena, algunas bailan, otras cantan y recuerdan la letra cuando se habían olvidado del nombre de sus hijos o el suyo propio y siempre sonríen. Bastan unos segundos de oír la canción para pasar de la agresividad, negativismo o llanto a un estado de felicidad y tranquilidad, estado que contagia a quienes comparten con ellos esos momentos.
Como dice Pepe Olmedo: «[…] entendamos que la música es vida, y que la vida es música, y puede mejorar nuestra realidad y la de las personas que nos rodean. Recomiendo escuchar mucha música, variada, y atreverse a escuchar lo desconocido, fuera de los estilos más comerciales. Que cada persona investigue sus gustos y preferencias, pero sin dejarnos llevar por estilos, sino entendiendo la música como algo que va mucho más allá que todo eso.
Recomiendo que la gente se anime a tocar un instrumento, a cantar… nunca es tarde y es muy terapéutico. Además, para nuestro cerebro, tocar un instrumento es como hablar un idioma, es decir, es algo que mejora nuestra reserva cognitiva, y hace que en el futuro sea menos posible contraer demencia. Tocar un instrumento e improvisar aumenta los circuitos neuronales y la flexibilidad cognitiva. Por tanto, sin duda, animo a la gente a improvisar, a buscar la música por todos los rincones, porque la música está ahí fuera, no sólo desde un instrumento, sino que de diversas formas podemos hacer y podemos sentir la música».
Los integrantes de Música para despertar tienen previsto realizar cursos y talleres para que en otros centros y residencias geriátricas se pueda aplicar esta terapia. Ya se ha realizado uno en Córdoba y se está presentando a familias y profesionales.