Sin embargo, el relajamiento en las visitas de familiares, a los que no se les exige el certificado COVID desde febrero, y la posibilidad de salir de los centros han mitigado las consecuencias del aislamiento. Este provocó graves secuelas en las personas, tanto en aspectos físicos al reducir la actividad, como emocionales y en deterioro cognitivo. De hecho, en las islas se ha registrado una mayor mortalidad no solo por la COVID-19, sino por el agravamiento de patologías y el aumento de la soledad durante la pandemia.
Aún se registran brotes en los centros, a pesar de las precauciones. Si bien tras la vacunación la posibilidad de desarrollar síntomas graves se reduce drásticamente y se han evitado hospitalizaciones.
Como en el resto de comunidades, la mascarilla continuará siendo obligatoria en espacios como los hospitales, centros de día, servicios de prevención, centros de atención a la dependencia y similares, así como autobuses, trenes y taxis.
El número de casos de coronavirus confirmados desde que estalló la pandemia se acerca en Baleares a los 275 000. El 86,6 % de la población mayor de 4 años ha recibido la pauta completa y alrededor de la mitad han recibido la dosis de refuerzo.