El sexo es una pulsión del ser humano que no desaparece con los años. Cuando se llega a la tercera edad, su práctica cambia o desaparece por varios factores, algunos culturales y otros físicos. Sin embargo, los expertos constatan que mantener relaciones sexuales en la tercera edad no solo es placentero, también es saludable.

Según la revista
Sexual Medicine, las mujeres que pasados los
65 años practican sexo, además de tener mejor estado de ánimo, tienen un aspecto rejuvenecido. La revista publica un estudio hecho en el Reino Unido en que participaron 6800 personas mayores en el que se constata que las mujeres mayores aumentaron su sensación de felicidad con solo recibir muestras físicas de afecto como caricias, abrazos o besos.
El envejecimiento trae consigo cambios fisiológicos que afectan directamente a la sexualidad. Los niveles hormonales de estrógenos y testosterona bajan, lo que da lugar a una disminución del deseo sexual o la frecuencia de las relaciones sexuales de personas mayores. A los cambios físicos que se producen se pueden sumar problemas como hipertensión, enfermedades cardiovasculares, etc. Sin embargo, tanto las enfermedades como los cambios fisiológicos que afectan a la función sexual tienen tratamiento y no deben ser un impedimento para disfrutar de una vida sexual satisfactoria.
El envejecimiento y el sexo, salvo casos extremos de patologías incapacitantes son buenos compañeros de viaje. No se trata de pretender tener la vida sexual de cuando se era joven, sino de dosificar esfuerzos, intensificar la relación de cariño con la pareja y mantener la capacidad de disfrutar.
No se trata de hacer proezas y las personas mayores no son proclives a innovar, se trata más bien de dosificar esfuerzos, intensificar la relación de cariño con la pareja y mantener la capacidad de disfrutar. Lo que está demostrado es que mantener una vida sexual sana aumenta el bienestar, tanto para ellas como para ellos, y eso repercute en vivir más tiempo y mejor.