Las investigaciones indican una gran variabilidad en cuanto a la pérdida de neuronas y en los cambios que se producen en el cerebro, aunque cada vez se está más cerca de predecir su aparición, sigue siendo difícil establecer un diagnóstico precoz.
En el estudio se comparó la función cognitiva y el volumen cerebral de 70 adultos mayores sedentarios con problemas de memoria y deterioro cognitivo leve, a los que separaron en dos grupos: uno empezó a practicar ejercicio aeróbico y otro se centró en los estiramientos.
La cantidad de entrenamiento aeróbico se basó en el nivel de forma física de cada individuo. Los participantes fueron aumentando progresivamente la frecuencia y la intensidad de sus sesiones de ejercicio a lo largo del tiempo, de manera que comenzaron con tres veces por semana durante aproximadamente media hora a un 75 a 85 % de la frecuencia cardíaca máxima y al llegar la semana 26, realizaban ya entre cuatro y cinco sesiones semanales de unos 40 minutos cada una, a un 85-90 % de la frecuencia cardíaca máxima para el entrenamiento.
Los participantes del grupo de estiramiento se mantuvieron por debajo del 50 % de la frecuencia cardíaca máxima. Se centraron en los estiramientos de todo el cuerpo e introdujeron cintas de resistencia hacia la mitad del programa.
El estudio duró un año. Al finalizar este, se hizo una evaluación en la que ambos grupos mostraron evidencias de una ligera mejora en las puntuaciones neuropsicológicas, y obtuvieron más o menos la misma puntuación en las pruebas cognitivas. La memoria y la función ejecutiva, por ejemplo, el razonamiento y la capacidad de resolver problemas, también mejoraron en todos los participantes.
Las personas del grupo de ejercicio que tenían acumulación de placas al comienzo del estudio experimentaron una reducción ligeramente menor de su volumen en el hipocampo (la parte del cerebro involucrada en la memoria) en comparación con las personas del grupo de estiramiento.
No está claro por qué el ejercicio aeróbico produce este efecto. Es posible que esté relacionado con la forma en que el ejercicio mejora los factores neurotróficos del cerebro, es decir de las moléculas que apoyan el desarrollo de las neuronas, y la función de los vasos sanguíneos. Esto unido haría que se redujeran los efectos de los amiloides en las células cerebrales.
Aunque se necesitan más estudios, cada vez parece más claro que el ejercicio físico no solo es bueno para la salud cardiovascular y el tono muscular, sino que también es muy beneficioso para la salud cerebral.