Esta mala noticia no solo lo es para los enfermos, que tendrán menos científicos en fusca de una solución a su enfermedad, sino que elimina empleos de los programas de desarrollo temprano y neurociencias en Andover y Cambridge, en Massachusetts, y Groton, en Connecticut, en Estados Unidos. Además de la pérdida de conocimientos y de al menos seis años de investigación el que varios fármacos que parecían que iban a funcionar, se han desechado en las últimas etapas de los ensayos clínicos con los enfermos.
Estos medicamentos se dirigían a combatir la acumulación de placas de beta amiloide en el cerebro, que es lo que según los últimos estudios puede estar detrás del alzhéimer.
Tampoco otros laboratorios como Roche o Eli Lilly han logrado sintetizar medicamentos que funcionen hasta la fecha, aunque no han abandonado la investigación.
Aunque Pfizer ha dicho que los investigadores y recursos que se van a asignar al estudio de enfermedades neurológicas raras, se espera que al menos trescientos científicos se queden sin trabajo.
A pesar del duro golpe que recibe la investigación y las esperanzas de las personas afectadas hoy y en el futuro, esperamos que otras compañías recojan el testigo. La investigación y desarrollo de fármacos que alivien o al menos detengan el deterioro de estas terribles enfermedades es costosa, larga y de resultados inciertos en el corto plazo, pero merece la pena seguir en el empeño para lograr vencer estas terribles enfermedades neurodegenerativas que afectan a un número creciente de población en el mundo y que provocan graves quebrantos en las personas, sus familias y requieren de una gran inversión en servicios especializados tanto médicos como de atención domiciliaria, centros de día o residencias geriátricas.