Al declive físico se une el cambio brusco de actividad que supone la jubilación. Muchas veces, se imponen razones biológicas que llevan a la pérdida de más frecuente de personas cercanas. Padecer una enfermedad o no tener cerca de la familia o una red de apoyo son también causas de depresión que se dan frecuentemente en las personas mayores.
Entre los síntomas está la tristeza, los pensamientos negativos e incluso la tentativa de suicidio. Para las personas que están cerca pueden ser útiles ciertas actitudes como nerviosismo, cólera, padecer insomnio o fatiga, comer excesivamente o dejar de hacerlo son alteraciones de conducta que deben hacer saltar las alarmas.
Una de las claves preventivas es que la persona adulta mayor encuentre metas y objetivos que cumplir, deseos que realizar y relaciones significativas.
En definitiva, las personas mayores precisan de estímulos para enfrentarse con ánimos a los achaques y los malos momentos. En las residencias para la tercera edad se programan con frecuencia actividades que rompen la rutina y proporcionan momentos de distensión. Hay que promover la socialización, animar a actividades deportivas, lúdicas y fomentar las aficiones. No hay motivo para dejar de leer, pintar o pasear una vez cumplidos los 65 años o por el hecho de estar en un centro geriátrico.