La fundación Grandes Amigos, junto con la empresa Azucarera, han creado esta iniciativa para que sus voluntarios y voluntarias más jóvenes pasen tiempo con personas de la tercera edad que puedan sentirse solas, un problema que ha empeorado tras la pandemia del COVID-19. Además, se pudo comprobar que, durante el confinamiento, creció el interés de la población por la cocina y, en concreto, por la repostería.
Está demostrado que cocinar en familia o con amigos fortalece las relaciones sociales y afectivas y, en el caso de las personas mayores, supone una actividad que les anima a mantenerse ocupados y contribuye a que se sientan más independientes. Además, ayuda a prevenir ciertas enfermedades y trastornos como pueden ser el deterioro cognitivo, la depresión o la demencia.
Por otro lado, los jóvenes aprenden, gracias a estas reuniones, a tener una visión diferente de la vida, a no dar tanta importancia a los problemas del día a día y a ser conscientes de las cosas que realmente dan sentido a la vida, pues todos vamos a llegar a la vejez en algún momento.
De este modo, ambas partes se ven beneficiadas gracias a esta iniciativa que apuesta por una cocina sin medidas y sin reglas, más libre, pero también más enriquecedora para aquellos que deciden formar parte de ella.