Señala que la pandemia ha provocado que durante un tiempo prolongado las personas no hayan recibido los necesarios apoyos profesionales, que son fundamentales para retrasar los procesos neurodegenerativos. También les ha influido la alteración de las rutinas, se han alterado o eliminado las interacciones con familiares en las residencias geriátricas, se han limitado las actividades de ocio, etc. En resumen, ha aumentado el aislamiento de los enfermos y sus cuidadores.
Por otra parte, las personas cuidadoras no han contado con apoyos profesionales ni servicios de respiro. Tampoco han podido visitar a su familiar si vive en una residencia. Las consecuencias son el aumento del estrés, angustia y agotamiento por sobrecarga.
No se conocen todavía con exactitud los efectos que el confinamiento y las medidas adoptadas en la salud y en la calidad de vida de las personas con demencia y sus familiares. Hay en marcha varios estudios que analizan este extremo, y sus resultados servirán para analizar las consecuencias a largo plazo de las medidas adoptadas y reflexionar sobre su idoneidad en estas personas en situación de vulnerabilidad.
La SEGG insta a recordar el carácter interdependiente y complejo de las necesidades integrales (de salud, cognitivas, emocionales, espirituales, sociales, de ocio, etc.) de las personas que precisa de un abordaje holístico de las mismas siendo imposible abordar únicamente una de ellas olvidándose de las demás. Solo de esta manera se conseguirá optimizar los niveles de bienestar y calidad de vida de las personas en situaciones de máxima excepcionalidad sanitaria como la que estamos viviendo.
La SEGG también recuerda que los avances en los tratamiento del alzhéimer y otras demencias están en gran parte relacionados con los conocimientos e investigaciones dentro de la neurobiología y la biología molecular, tanto para desentrañar los mecanismos etiopatogénicos de este grupo de enfermedades como para la búsqueda de soluciones terapéuticas.
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