Estos cambios en las rutinas son beneficiosos en cuanto a la socialización de la población y, en especial, a los componentes lúdicos. Por otra parte, el cambio de rutina puede afectar a las personas con alteraciones cognitivas, ya que su capacidad de adaptación está deteriorada. Por ello, es importante establecer unas rutinas lo más similares posibles a las del resto del año, aunque sin alterarlas significativamente y de forma brusca. Estas pautas favorecerán la adaptación al entorno y a la propia persona en estos meses de verano.
Por otro lado, hay que resaltar que, aunque afecte en general a toda la población, niños y mayores —tanto a aquellos que viven en residencias de la tercera edad como aquellos que lo hacen en sus domicilios— son los más vulnerables ante el aumento de las temperaturas. Estos últimos, son más propensos a sufrir golpes de calor y deshidratación. Este problema se produce por la menor adaptación del centro termorregulador de las personas mayores provocado por los cambios fisiológicos al envejecer. Algunos cambios son alteración en la percepción de sed, transpiración o control de la temperatura, golpes de calor presentes en personas diuréticas, etc.
Así pues, un factor clave para evitar los golpes de calor es la hidratación. Pero, ¿cómo sé si una persona mayor está sufriendo o presenta síntomas de un golpe de calor? Aquí te presentamos algunos de los síntomas más comunes: sequedad, confusión, pulso acelerado, dolor de cabeza, vómitos o mareos, escalofríos, piel seca y enrojecida o calambres en brazos, piernas o vientre.
Y, ahora bien, ¿cómo actuar en caso de hipertermia? Tanto en la prevención como en la actuación ante esta situación, es importante: