Es más, muchas personas y familiares ven grandes ventajas en la opción de una residencia cuando se llega a la tercera edad. Vamos a señalar algunas.
En muchas ocasiones las personas mayores llegan a un punto en el que necesitan cuidados especializados que en su casa no son posible, pues no hay tiempo o conocimientos por parte de los cuidadores habituales, y los profesionales que acuden a los domicilios no cubren todo lo que se precisa. La posibilidad de una atención médica continuada es un factor importante que indica que la persona está mejor en una residencia de mayores
Otra cuestión a tener en cuenta es la alimentación. No son raros, y aquí en
Inforesidencias ya lo hemos reseñado, los casos de personas mayores que llegan
a la residencia con problemas de malnutrición, debidos a que no es tan fácil
ser ordenado con la comida cuando se vive solo o si se vive en familia y se
precisa una dieta especial. En las residencias, la posibilidad de menús
variados y específicos son una ventaja para estas personas.
También es interesante el tema de actividades físicas programadas, la fisioterapia y recuperación funcional y los programas para mantener la mente activa, que al formar parte del plan de trabajo de cada residente, se convierten en una saludable rutina.
No menos importante es la posibilidad de socialización que hay en las residencias de tercera edad. La convivencia no siempre resulta fácil, pero es enriquecedora. La persona mayor que vive sola puede caer en una depresión y encerrarse en si misma sin salir nunca a la calle. En la residencia geriátrica se comparten aficiones y charlas con gentes de la misma generación y, en ocasiones surgen amistades y posibilidades de ocio compartido que resultan muy bien.
Apuntarse a las actividades que se organicen dentro y fuera de la residencia es importante para seguir activo y para no sentirse encerrados.
Por otra parte, no hay que renunciar ni la persona mayor a la familia, ni la familia a ella. Si iban a ver los nietos al domicilio, ahora el paseo se hace en el barrio donde está la residencia del abuelo, si los fines de semana se comía en casa del hijo, no hay por qué no seguir haciéndolo... Se trata de mantener los hábitos en la medida de lo posible y seguir reforzando el vínculo, aunque el abuelo haya cambiado de casa.