En primer lugar, aunque se avance en la investigación, no existe un cura, pero sí se puede trabajar en la prevención y retrasar en cierta medida los síntomas. Retrasar la enfermedad 5 años, se disminuye en un 50 % la afectación global del paciente, con la consiguiente pérdida de calidad de vida.
Para lograr ese retraso, se deben controlar los factores de riesgo, las enfermedades cardiovasculares, la estimulación cognitiva… No hay que perder de vista que en los próximos 40 años, debido al envejecimiento de la población y al aumento de la esperanza de vida el número de personas con enfermedades cognitivas de duplicará.
La atención a los pacientes con demencia al final de su vida se considera una «asignatura pendiente» que precisa de profesionales cualificados y con experiencia. Para ello, se debe proporcionar comodidad, minimizar o eliminar el dolor, respetar su voluntad, atender a los familiares… en definitiva, prestar una atención individualizada, a cada uno según sus necesidades.
Otro ponente fue Emilio Sola, director de Servicios Sociales del Gobierno Vasco, que habló del problema del envejecimiento y las demencias y su impacto en las familias, a nivel social y servicios sociales y de salud, con costes directos e indirectos e intangibles y desembolsos notables por parte de la administración.