Periódicamente se publican noticias (sobre todo en época preelectoral) sobre si las adminsitraciones deben apostar por construir residencias públicas o colaborar con la iniciativa privada de forma que la parte pública garantice la financiación y la privada la prestación de servicios de calidad a precios competitivos. Sin ir más lejos, en Valencia, la coalición Compromís acusaba recientemente al gobierno autonómico de "privatizar los servicios" e "hipotecar el futuro" de los mismos al potenciar el concierto.
Una noticia apaecida recientement en Terra nos habla de la situación en una residencia pública de Guipúzcoa gestionada por una empresa y en la que los trabajadores se quejan de falta de suficiente personal, salarios bajos e insuficiente reconocimiento social. Resulta una lectura ingeresante para poder continuar la discusión "prestación pública/prestación privada".
Hoy en día, casi todas la plazas están ocupadas por personas dependientes, que necesitan ayuda para realizar las actividades cotidianas más básicas. Tienen grandes problemas de movilidad, necesitan la ayuda casi permanente de otra persona y presentan, en muchos casos, signos de demencia y alteraciones del comportamiento. Esta tendencia hace que el desarrollo y la ampliación de la asistencia residencial se sitúen en el centro del debate.
Según comenta González, los ratios establecidos 'no se corresponden en absoluto con la realidad'. Los meses de septiembre y diciembre fueron críticos, pues 'los ancianos quedaron desatendidos' ante la escasez de enfermeras y auxiliares. La situación se agrava, a su juicio, con la enorme rotación de personal. 'Cada día entra a trabajar gente nueva, incluso de prácticas'. La empresa gestora de Txara II achaca esta circunstancia a la 'dificultad' para contratar a profesionales del sector, porque 'no hay gente dispuesta a trabajar en una residencia geriátrica en Guipuzcoa'.
González reconoce que el trabajo es 'duro', tanto a nivel físico como psicológico, pero destaca que 'lo hacemos porque nos gusta. Ahora bien, si no se nos reconoce es normal el ambiente de crispación en el sector'.
Un entorno que hace que el cuidado 'integral' de los ancianos se resienta. 'Nos da tiempo justo a cubrir las necesidades básicas; lo ideal sería poder hablar con ellos, entretenerlos... atender la parte emocional, pero no llegamos a todo', denuncia una auxiliar de enfermería de la residencia Zorroaga de San Sebastián. Es en el turno de mañana es donde se concentra la mayor carga de trabajo, ya que 'de 8.00 a 9.00 horas hay que levantarles de la cama, asearles, ducharles y acompañarles al comedor. Y no únicamente a un anciano, sino a ocho por cada enfermera. Y después vienen los del segundo turno, los que están en cama, que supone encargarse de otros tres más'.
Los 'bajos salarios' tampoco ayudan a mejorar el entorno de descontento general. A juicio de la auxiliar, 'nos pagan poquísimo. Los sueldos máximos rondan los 900 o 1.000 euros al mes y trabajando tres fines de semana. Las sustitutas trabajan hasta catorce días seguidos. '