En primer lugar, los cuidados que genera una mascota aumentan la autoestima en su dueño, pues requieren atención, ocupación mental y un tiempo. En segundo lugar, la cercanía de una mascota tranquila reduce el estrés en las personas mayores que encuentran en ella compañía y seguridad. En tercero, fomenta la sociabilidad: salir a caminar con el perro, coincidir con otros dueños de mascotas… es una oportunidad para compartir espacios y experiencias. Por último, pero no menos importante, las mascotas que requieren cierta actividad física (no hablamos de peces, tortugas o hámsteres, claro), por parte de su dueño, por ello hacen que las personas mayores mejoren de los sentimientos de soledad y depresión, a la par que estimulan el funcionamiento cardiovascular, evita fracturas de cadera, mantiene los ligamentos y tendones fuertes si se sale de paseo con ellas.
Muchas residencias de mayores ya admiten que los resientes ingresen con sus perros o tienen programas de terapias que incluyen animales
Una buena práctica a llevar por parte de las residencias de mayores o de las personas mayores en sus domicilios es hacerse con una mascota que se adapte a sus posibilidades y gustos: habrá quien solo pueda ocuparse de una tortuga, quien disfrutará con el canto del canario… no todo tiene que ser cuidar de un perro que obligue a hacer lo que no se puede. Pero sí que se puede pensar en que, aunque se tenga algún grado de dependencia, todos podemos cuidar de alguien que, a su vez, nos recompensará con alegrías y afecto incondicional, y eso nos hace mucho más felices y aumenta nuestra calidad de vida.
A quiénes os haya parecido interesante esta noticia os recomendamos la lectura de un post que publicamos hace un tiempo en el blog de Inforesidencias.com sobre una residencia de tercera edad en Medellín (Colombia) en la que no sólo traen animales en forma terapia sino que además potencian que los mayores que tienen mascotas puedan traerlos a vivir con ellos en el centro Leer la experiencia de la residencia Calucé