Recientemente Sanitas Residencial ha organizado en Barcelona un acto para explicar el proceso que están siguiendo en sus residencias para racionalizar y suprimir el uso de contenciones. Durante el acto fue muy llamativo el testimonio de la hija de una residente de Sanitas Residencial Bonaire que explicó en primera persona cómo vivió la retirada de las contenciones a su madre.
Debido a la actualidad que tiene ahora la cuestión de las contenciones en residencias, hemos pensado que la historia de Núria puede interesar a otras personas.
Esto es lo que nos comentó:
Ahora hace dos años mi madre fue a un hospital debido al fuerte dolor que tenía en las rodillas. La pautaron dos días de fisio a la semana lo que nos pareció muy poco. Le propusieron entonces ir a un centro de día durante tres meses.
Cuando volvió a estar en casa, mi madre estaba agitada y nerviosa, además de tener alterada la presión arterial. El médico de cabecera nos recomendó, para obtener descanso familiar, que ingresase en un hospital donde pudiesen mantener los controles, tanto de medicación como de estado anímico.
Ingresa en Abril de 2012 por su propio pie. Nunca he tomado ninguna decisión sin darle una explicación que ella entienda. Debido al carácter nervioso de mi madre, me pidieron firmar un documento interno por si se le tiene que aplicar una contención. Yo pensé: "Ella siempre intenta levantarse. Nunca ha sido incontinente y eso le lleva a la contención”.
Le empezaron a aplicar la contención. Se las quitaban cuando yo iba a darle de comer o cenar, momento en el que aprovechaba para caminar con ella.
Al cabo de un tiempo también llevaba cinturón para dormir, cosa que la sacaba de sus casillas. La empezaron a medicar, primero con Risperdal y después con Haloperidol, ya que la primera medicación la dejaba rígida e inexpresiva. A mí me parecía que el Haloperidol le producía el mismo efecto.
Pasó una semana y decidieronque era mejor cambiarla de planta y pasar a la unidad de Psiquiatría, donde se recuperó bastante. Allí le quitaron la contención y podíamos salir a pasear por el jardín. El 19 de junio le dieron el alta y el médico nos recomendó que, en vez de llevarla a casa, la ingresásemos en una residencia para que continuase la mejora.
Ingresó en el nuevo centroel mismo 19 de Julio. En julio hacía fisioterapia ya que cada vez le costaba más andar. En Agosto empezó a ir en silla de ruedas, continuaba haciendo el gesto de levantarse pero no se podía mantener de pie. El fisioterapeuta se fue de vacaciones y se paralizó la estimulación. A los pocos días la movían en grúa para ir al lavabo, para ducharla y para ir a dormir. Ya no tenía que hacer esfuerzos, la fueron convirtiendo en una dependiente total.
Yo estaba muy preocupada y pedí hacerle una analítica y tener una lista de la medicación que tomaba. Con sorpresa vi que volvía a tomar Risperdal, algo que había insistido evitasen debido a que el informe de alta hospitalaria lo desaconsejaba.
Cada vez estaba peor, con la expresión perdida y sin ganas de hacer nada. La familia estábamos entre preocupados, dolidos y enfadados. Nuestra madre se iba apagando y necesitábamos una solución rápida.
Una buena amiga me aconsejó un cambio. Me dice que en Sanitas Residencial Bonaire en Barcelona no utilizan contenciones y que atendían de otra forma.
Decidimos cambiar de residencia. Al llegar i madre no se daba cuenta de nada, estaba como dormida durante toda la entrevista inicial. Durante esa entrevista nos explicaron que eran un centro libre de contenciones dónde se utiliza una terapia que no contempla esa posibilidad. Yo estuve de acuerdo pero puse una condición: que me informasen de todo, sin esconder nada.
Le quitaron la contención y ella continuó haciendo el gesto de levantarse. Esa misma noche, al querer ir sola al lavabo se cayó y se dio un golpe en la cabeza.
Me llamaron por teléfono (¡qué suerte!) y me dijeron que llevaba un "costurón” en la cabeza. Cuando la fue a ver mi madre estaba riendo, algo que hacía tanto tiempo que no hacía que casi se me había olvidado. A partir de entonces empezó a mejorar a pasos agigantados.
A los cuatro días volvió a dar pasos, empezó a hablar con todo el mundo. Pasado poco tiempo cogía su caminador y andaba con soltura. En Navidad estaba cómo hacía años que no la veía.
Ahora "no hay quien la pare” y a la familia nos cuesta creer el cambio. Razona y habla bien. Está muy despejada, es como si hubiésemos ido a Lourdes.
Siempre agradeceré el consejo de mi amiga.