El segundo punto es la aplicación de un programa específico individualizado para evitar el citado deterioro funcional en el paciente. El programa incluye medidas como la realización de ejercicio físico adaptado durante el ingreso como caminar. Para realizar este ejercicio se implica familiares o cuidadores y a los pacientes se les facilita una pulsera de actividad que registra los pasos diarios que realizan para motivarles. También se potencia el autocuidado con estrategias para ser autónomos en el vestido, en la comida y la continencia urinaria.
El tercer punto consiste en una estrategia multidisciplinar para prevenir del delirium hospitalario. Con una serie de medidas se trata de disminuir el riesgo de cuadro confusional que hace que estos pacientes se sientan desubicados y presenten pensamientos erráticos, alteraciones del sueño y pesadillas. Así, se han creado protocolos que intentan respetar las horas de sueño y descanso que implican cambios en los horarios de administración de la medicación y de extracción de analíticas, se fomenta la presencia de objetos personales y se ha dotado a las habitaciones de relojes que sirven para orientar a los pacientes.
Se trata de una interesantísima iniciativa que además no requiere de gran inversión, aunque sí de voluntad e interés y que en muchos de sus puntos se puede aplicar además de a hospitales a residencias de la tercera edad o centros de día de mayores.