Las sesiones de yoga duran entre 40 minutos y una hora. En ellas se ejercitan ciertas posturas o asanas, que aumentan su dificultad de manera progresiva. Los grados de dificultad se relacionan con la armonización del cuerpo, alma y espíritu.
Para los mayores, es una manera de ejercitarse positiva y, al realizarse en grupo, una manera de compartir y socializar antes y después de las sesiones. Entre los beneficios que se otorga el yoga están el aumento de la flexibilidad muscular, la corrección de malas posturas y ayuda a combatir el insomnio, los problemas de circulación y digestivos.
Es interesante que las personas mayores, antes de empezar la práctica del yoga, comprueben si tienen problemas óseos o musculares incompatibles con los movimientos que se llevan a cabo.
Los beneficios se notan a las pocas sesiones, con una mejora del equilibro, mayos masa muscular, mayor flexibilidad, mejores técnicas respiratorias e, incluso, un estímulo para la memoria y la concentración, al recordar las diferentes posturas, y una mejora en la actitud vital por el aumento en la producción de serotonina. Todo en conjunto redunda en una mejora de la calidad del sueño.
En estos tiempos de restricciones en el contacto físico, y dado que empieza a hacer frío para practicarlo al aire libre, el yoga puede seguir practicándose en línea, bien con tutoriales o bien apuntándose a sesiones con un profesor que dirige la sesión a los alumnos que permanecen en sus casas. También, en los centros de mayores, es una actividad que se puede realizar guardando las distancias y que conlleva un aporte de bienestar y convivencia.
Además, es una práctica barata, solo se necesita ropa cómoda, ganas y un buen instructor. Animamos desde Inforesidencias a practicas esta disciplina tan adecuada para mantener la salud física y mental.