El primero es negarse a ver el deterioro en la
persona a la que se cuida o minimizar su avance. Al quitarle importancia o no
querer verlo se crea en uno mismo la sensación falsa de que la enfermedad no
existe.
Otro es el enfado con la persona enferma o con el entorno. La tensión se manifiesta en irritabilidad que se vuelca en los demás. A esto se unen cambios de humor.
También es un claro síntoma el aislamiento social o privarse de aquellas actividades de ocio que antes gustaban y manifestar que se prefiere estar todo el tiempo con la persona enferma.
La ansiedad o el miedo frente al futuro es otra pista.
La depresión es un síntoma que cuando se detecta debe alarmar sobremanera. Disminuye la capacidad para solventar los problemas y causa un gran sufrimiento.
El cansancio, cuando no agotamiento, impiden realizar tareas cotidianas y no hacerlas crea a su vez ansiedad. También la falta de concentración.
El insomnio es otro síntoma claro. Las preocupaciones, el futuro, las tareas pendientes, deterioran la calidad del sueño con sus consiguientes secuelas físicas y psíquicas.
Problemas de salud que surgen a causa del desgaste y las bajas defensas, que a su vez provocan otros problemas de ansiedad por no poder realizar las tareas.