Los potajes
deberán sustituirse por las ensaladas de legumbres, los purés por sopas frías y
es son mejores pescados a la plancha que contundentes guisos de carne. No
deberán faltar bebidas frías ni productos como gelatinas o helados que son
atractivos y proporcionan líquidos, lo que es fundamental, pues, con la edad,
se pierde la sensación de sed en gran medida.
No hay que olvidar que la desnutrición es un problema grave y está muy ligada a la fragilidad. Se estima que entre el 10 y el 15 % de la población sufre desnutrición, y los porcentajes aumentan a medida que las personas se hacen mayores. Hay que tener en cuenta que si bien hay personas mayores con fragilidad y están correctamente nutridas, lo que es seguro es que si están mal nutridas, es seguro que padecerán fragilidad.
Además de a la fragilidad, la desnutrición afecta a funciones vitales, disminuye las defensas por lo que aumentan las infecciones, sobre todo respiratorias, provoca una pérdida de energía debilidad general, muscular, riesgo de caídas y puede interferir en la absorción de medicamentos, entre otras consecuencias negativas.
También hay que tener en cuenta un importante matiz. Comer mucho no es igual a estar bien nutrido. Las personas mayores deben comer lo que necesitan, es decir, su dieta se debe adecuar a su actividad física y a la medicación que tome.
La soledad y la depresión influyen en no llevar una dieta adecuada. También la situación económica y los problemas de movilidad.