En España es la segunda causa de mortalidad, la primera en mujeres, y representa el mayor motivo de incapacidad. Según datos de la SEN, el ictus afecta cada año a 110 000-120 000 personas en nuestro país. Es algo que saben bien los porfesionales que trabajan en residencias de tercera edad ya que es una de las causas que provocan el ingreso.
«A pesar de que las posibilidades de padecer un ictus aumentan considerablemente a partir de los 60-65 años y que con el envejecimiento va incrementándose de forma progresiva la posibilidad de padecerlo, cualquier persona puede padecer un ictus, jóvenes o personas mayores (que viven en sus domicilios habituales o en residencias geriátricas), aunque hasta este momento se haya disfrutado de una vida plena», señala el Dr. Jaime Gàllego Culleré, Coordinador del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología. «De hecho, según el último estudio que se ha realizado globalmente, más de 83 000 menores de 20 años sufren un ictus. Y aunque de momento solo supone el 0,5 % de todos los ictusregistrados, en los últimos 20 años ha aumentado un 25 % por ciento el número de casos de ictus entre las personas de 20 a 64 años».
La mayoría de los pacientes sufre secuelas, que en el 40 % de los
casos inhabilitan para realizar las actividades cotidianas. Según datos de la
última Encuesta de Discapacidad, Autonomía Personal y Situaciones deDependencia, unas 330 000 personas tienen discapacidad por ictus en
nuestro país. «El ictus es una tragedia y una carga social, sanitaria y
económica. Por un lado, supone un porcentaje importante de las muertes en los
países industrializados y por otro, es el responsable de una gran carga de
discapacidad en la comunidad», destaca el Dr. Jaime Gàllego.
En España, con los datos delestudio IBERICTUS, se demostró una incidencia de 187 casos por 100 000 habitantes/año (incluyendo episodios que inician como ictus y se recuperan totalmente en menos de 24 horas y denominamos AIT). A esta cifra hay que sumar la de los pacientes que sufren un nuevo ictus o recurrencia. Hoy sabemos que en torno al 5 % de los mayores de 65 años de nuestro país han tenido un ictus.
«Es por tanto imprescindible concienciar a toda la opinión pública de la importancia del conocimiento del ictus y de los factores de riesgo, de los signos y síntomas de alarma del ictus, y que, si se produce un ictus, la información que se trasmita a emergencias sea clara. De esta forma se puede activar lo antes posible el "Código Ictus” y así actuar y conseguir la llegada al Hospital en el menor tiempo posible», explica el Dr. Jaime Gàllego. «Si un paciente que ha sufrido un ictus es atendido por un neurólogo en las primeras horas, la probabilidad de fallecer o quedar con una discapacidad grave se reduce a la mitad».
El ictus, por lo tanto, debe ser considerado una urgencia neurológica de primer orden. Una de las claves para el éxito en la atención del ictus es la rapidez con la que se detectan sus síntomas iniciales y se contacta con el sistema de emergencias. Es por ello que en la cadena asistencial destinada a esta patología es fundamental la interconexión y coordinación precisa entre los servicios de urgencia extra e intrahospitalarios con el «Código Ictus», diseñado con el fin de una rápida identificación, notificación y traslado de los pacientes a los servicios de urgencias. La atención neurológica especializada de urgencia en la Unidad de Ictus es el recurso más eficiente para el tratamiento de la fase aguda del ictus. Este dispositivo asistencial ha demostrado reducir la mortalidad, la dependencia y la necesidad de cuidados institucionales en los pacientes con ictus.
«Las Unidades de Ictus (UI) constituyen el mejor recurso asistencial para el tratamiento del ictus agudo ya que disminuyen la probabilidad de muerte o incapacidad en todos los grupos de pacientes, y el beneficio se mantiene a largo plazo.A pesar de que la mayoría de los ictus se pueden resolver desde el punto de vista diagnóstico y terapéutico en los centros que disponen de UI, algunos pacientes por su complejidad, gravedad, o por precisar técnicas avanzadas de monitorización, estudio o tratamiento, han de ser abordados en centros de máximo nivel de especialización, conocidos como Centros de Referencia de ictus o Centros de Ictus», destaca el Dr. Jaime Gàllego.«Por otra parte, la telemedicina es una medida eficiente en la asistencia al ictus, contribuye a la equidad geográfica en la prestación de los servicios sanitarios y a la mejora de la calidad asistencial en los pacientes con ictus que acuden al servicio de urgencias de un hospital carente de un neurólogo experto en ictus».
«Todavía existen notables diferencias entre comunidades, por lo tantodebemos trabajar con el fin de asegurar la equidad en el acceso a los recursos necesarios para la adecuada atención a los pacientes con ictus con un sistema colaborativo, bien coordinado, que implique a todos los eslabones de la cadena asistencial y que asegure la prestación de los servicios de los que carecen los hospitales de menor nivel desde los centros de un nivel superior», señala el Dr. Jaime Gàllego.
En los últimos 20 años, la mortalidad por ictus ha ido decreciendo. Se está avanzando considerablemente en el tratamiento y aumentando el porcentaje de pacientes recuperados capaces de desarrollar una actividad social y familiar plena. «Sin embargo, todavía cuesta asumir en amplios sectores de nuestra sociedad, que el ictus es una enfermedad que puede y debe curarse, con los medios actualmente disponibles y las intervenciones en fase aguda, que deberían ser rutinarias en la mayoría de los hospitales de tercer nivel de España», comenta el Dr. Jaime Gàllego. «Tampoco hay que olvidar la importancia de la neurorrehabilitación, y que el acceso temprano a la misma se asocia con la mejora de la calidad de vida, la recuperación funcional y disminución de la estancia hospitalaria. Las unidades de rehabilitación del ictus mejoran los resultados funcionales, reducen la mortalidad, reducen la duración de la estancia hospitalaria, y reducen la necesidad de institucionalización en pacientes con enfermedad cerebrovascular».
El Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología considera que es necesario, más que nunca, invertir en investigación neurovascular ya que no es posible hacer buena asistencia sin investigación. El conocimiento científico y los avances tecnológicos están llegando rápidamente, y se espera que nuevas orientaciones diagnósticas y terapéuticas esten disponibles en pocos años, lo que obligará a los centros que atienden al ictus, a estar abiertos a la innovación.
«El trabajo y esfuerzo mancomunado y sinérgico de las asociaciones de pacientes, medios de comunicación, administración y sociedades científicas es más necesario que nunca. Pasar de largo sobre esta realidad, por parte de las administraciones sanitarias, parece un ejercicio de poner una venda en los ojos de lo evidente, retrasar las soluciones, cronificar una situación sociosanitaria que está repercutiendo de forma directa sobre la población, además de una fuente inagotable de gasto sanitario razonablemente evitable, y todo ello de difícil justificación al menos científicamente», concluye el Dr. Jaime Gàllego.