La astenia primaveral es un trastorno perdura en el tiempo. Se empieza a manifestar con los cambios de horario, de presión atmosférica y las condiciones de luz, circunstancias que hacen que se modifique rutina diaria para aprovechar el buen tiempo y los días más largos. Se cree que esto produce una disminución en la producción de endorfinas, lo que llevaría a una sensación de desmotivación, debilidad, falta de vitalidad, alteraciones del humor, cansancio, apatía… incluso en casos más acentuados en alteraciones físicas como mareos o inapetencia. Por su parte, el aumento de horas de luz altera la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño.
En edades avanzadas, las alteraciones físicas pueden verse acentuadas por enfermedades crónicas o por las consecuencias naturales del envejecimiento. Por lo tanto, sin ser una enfermedad, la astenia primaveral sí puede ser un trastorno que incida de manera significativa en la salud de las personas de edad a avanzada.
Para la mayoría de los médicos la astenia primaveral no debe medicarse, y mucho menos automedicarse. Desaparece en pocas semanas aunque, si se alarga más en el tiempo, es recomendable acudir a la consulta, sobre todo las personas mayores, por si los síntomas enmascaran alguna alteración o agravan alguna patología previa. Los síntomas más claros son: cansancio generalizado, alteración del sueño y dificultad para conciliarlo, falta de energía y motivación, irritabilidad, ansiedad, pérdida de apetito, dolor de cabeza y problemas de concentración.
Combatir la astenia primaveral es sencillo, en casa o en la residencia para la tercera edad: dormir las horas suficientes, hacer una dieta equilibrada, mantenerse hidratado, seguir con los horarios, rutinas y actividades. También es un importante realizar actividades placenteras asociadas al buen tiempo para intentar superar la sensación de cansancio y falta de energía.