Una vez pasada la fase de expansión, estamos en periodo de control de rebrotes y también de analizar y paliar las secuelas que provoca la covid-19 en las personas que la han padecido. Para las personas mayores, pueden llegar a ser muy invalidantes, pues se unen a patologías crónicas anteriores y a la mayor fragilidad propia de la edad.
De hecho, las personas mayores o con patologías previas no solo son más susceptibles a padecer la enfermedad, sino que tienen peor diagnóstico y presentan manifestaciones atípicas en los primeros síntomas. También, una vez superada la enfermedad, las secuelas pueden ser variadas y en diversos grados de gravedad.
Además, intervienen factores como la situación funcional de cada persona, su capacidad cognitiva, su situación personal, si reside en su domicilio o en un centro geriátrico, etc. La situación de obligado aislamiento, en muchas ocasiones prolongado, también es un factor muy importante, pues tiene secuelas físicas por la falta de ejercicio físico y sobre todo por las consecuencias emocionales.
Las secuelas físicas a medio y largo plazo pueden ser respiratorias (la neumonía es una de las más frecuentes), cardiacas, neurológicas o renales.
Las secuelas psicológicas provocadas por el estrés y el aislamiento serán una problema de salud que se prolongará una vez superada la pandemia. Las afecciones más comunes son depresión e incluso trastorno de estrés postraumático. En personas con hospitalizaciones prolongadas, puede aparecer el delirio o síndrome confusional agudo (SCA), que puede dejar a alteraciones cognitivas a a largo plazo, como problemas de memoria.
Además, se sospecha que la inflamación que causa la covid-19 en todo el cuerpo puede limitar el flujo sanguíneo que llega al cerebro y matar células cerebrales.