La tendencia a la baja es llamativa pues no compensa el llamado «efecto
edad» que consiste en la tendencia de muchas personas que se vuelven más
religiosas cuando a lo largo de la trayectoria vital suceden acontecimientos
dolorosos, se madura o se tiene más consciencia de la propia mortalidad. Este
convertirse en personas más devotas o apegadas a la religión se denomina
«gerotrascendencia».
En España, como otros países desarrollados, hay una clara brecha generacional en materia de religiosidad con 18 puntos de diferencia entre el grupo de 18-39 años y los mayores de 40. Además, la tendencia a la «gerotrascendencia» pierde fuerza, de manera que las personas mayores religiosas que se incorporan al culto no compensa en número a las que fallecen. Las causas están el profundo cambio que han supuesto el desarrollo económico, la mayor educación, la libertad y los cambios en la concepción general de los valores que se asocian cada vez más a razones éticas y cívicas que a creencias religiosas.
En España están llegando a los setenta años generaciones que reaccionaron a una sociedad de valores tradicionales religiosos impuestos. Esta circunstancia, el haber llegado a una sociedad más abierta y plural en la que no se debía seguir de manera obligatoria las creencias de los padres, llegó tarde a España, pero llegó.
Para la iglesia católica la pérdida de influencia en una realidad, a pesar que el calendario laboral y escolar, así como ciertas festividades y actos sociales, como las procesiones, marcan la vida de todos, sean católicos, agnósticos, ateos o profesen otro credo. En las instituciones, partidos, medios de comunicación, etc. ya no se cuenta como antes con la presencia destacada de dirigentes católicos declarados ni las organizaciones religiosas tienen el poder de influencia de hace pocas décadas.
No obstante, en los pueblos y barrios de las ciudades sigue siendo importante la parroquia. Muchas residencias para la tercera edad están gestionadas por grupos vinculados o que directamente pertenecen a la iglesia católica y no son extrañas las residencias geriátricas que tienen capilla o que si no la tienen ofrecen servicios religiosos.