El último informe demográfico elaborado por el Instituto Vasco de Estadística (Eustat) indica que está por encima de la media nacional (18,2 %), por detrás de Castilla y León, Asturias y Galicia. En este informe se señala que el envejecimiento afecta a los tres territorios y que es independiente del tamaño de los municipios, aunque en las localidades más pequeñas y en zonas rurales, unas 20 en total, se sobrepasa el porcentaje de 25 % de personas mayores de 65.
En datos, de los 251 municipios que tiene Euskadi, 91 superan la media del 20,7 % de mayores de 65 años y entre ellos están los grandes núcleos: Bilbao (23,2 %), San Sebastián (22,2 %) y Baracaldo (21,7 %), que concentran al 29 % de los residentes de la comunidad. Cifras parejas presentan Gecho (21,1 %), Sestao (24,4 %), Santurce (21,8 %) o Llodio (23,2 %). Por su parte, Vitoria se encuentra muy por debajo con un 19,1 %.
Con estas cifras resulta preocupante la tendencia a la inversión de la pirámide poblacional, pues, por lógica, las personas mayores no tienen hijos que apuntalen el relevo generacional, condenando a las localidades pequeñas a ser lugares de residencia para los mayores y de veraneo y fin de semana para los jóvenes. Algunos pueblos de los alrededores de las capitales grandes sí crecen gracias a urbanizaciones donde se instalan familias que se desplazan a trabajar a la capital. En principio puede ser bueno si las nuevas familias se integran en la población pequeña, aunque existe en riesgo de que se conviertan en «pueblos dormitorio», sin un aporte lo suficientemente significativo a la economía y servicios.
El proceso de envejecimiento parece imparable: en la comunidad, por cada menor de 16 años hay 1,4 personas con al menos 65 años. Esto es fruto del aumento de la esperanza de vida y la bajísima tasa de natalidad, que produce el alarmante datos de que se produzcan más fallecimientos que nacimiento que, según Eustat, llevará a que en el País Vasco la población se reduzca en 6 072 personas.
Con estos datos, es natural prever el aumento del gasto social en sanidad, pensiones, políticas de envejecimiento activo, etc. y la necesidad de aumento de recursos sociosanitarios como residencias para mayores, centros de día, atención domiciliaria…, que se unirá a la disminución de la fuerza de trabajo al haber menos ciudadanos en edad laboral. Sin embargo, esta situación abre un interesante nicho de empleo en el sector de servicios sociales.
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