El aislamiento de las personas mayores en las residencias es especialmente difícil. A pesar de los cuidados, no poder salir de las habitaciones tiene consecuencias en la movilidad y en un aumento del deterioro cognitivo.

 Las personas con deterioro cognitivo se ven doblemente aisladas al verse privadas de la realidad cotidiana, además, ven alteradas sus rutinas y reducidas, cuando no eliminadas, las actividades que les mantenían estimulados y ayudaban a contener la enfermedad. Por supuesto, también influye la pérdida de contacto con los familiares o con sus cuidadores habituales. Todo esto provoca que pierdan la orientación, la conexión con el entorno y se deterioren más rápidamente sus habilidades.

También se da la circunstancia de que personas sin deterioro cognitivo empiecen con síntomas al estar aislados. La situación es complicada, pues la seguridad sanitaria provoca unos efectos devastadores en las personas aún sin estar enfermas de Covid-19 que deben estar aisladas por su propia seguridad. 

Hay incluso un estudio que plantea si para los mayores en residencias el confinamiento es peor que el Covid-19

La consecuencia general de esta situación es que a las personas mayores les costará recuperar la funcionalidad anterior al confinamiento. Es decir, aumentará el grado de dependencia y necesitarán más apoyos. 

Sobre este importante tema, el blog del CRE Alzhéimer del Imserso ha publicado dos interesantes entradas. El primero es un artículo de Rosa Redolat Iborra, catedrática de Psicobiología de la Universidad de Valencia, «Confinamiento en la población de edad avanzada: impacto psicológico en las personas con demencia». El segundo es un vídeo, Consejos sobre las consecuencias del aislamiento preventivo, que muestra interesantes recomendaciones para mitigar los efectos del aislamiento en las personas con alzhéimer.