La edad biológica ya no es lo que era

La edad biológica pierde peso frente a la edad coronológica, o sea el tiempo que ha pasado desde el día de nuestro nacimiento.

La edad biológica se separa de la real

La edad biológica se separa de la real

Recientemente has salido algunos artículos en prensa que tratan acerca de que los parámetros que antes se utilizaba para definir la juventud y la vejez ya no resultan válidos. La transformación de la sociedad en los últimos 50 años ha sido de tal magnitud que las fronteras se diluyen y no se tienen respuestas claras.

Se es niño menos tiempo, preadolescencia y adolescencia se funden, solemos oír en las noticias: «Un joven de 40 años…», algo chocante, pero que seguro que a la gente de esa edad le sienta muy bien.

Los parámetros que usamos hoy serían muy chocantes para nuestros abuelos, decimos cuando alguien fallece a los 70 años: «Pues no era tan mayor», nadie llamaría anciano a algunos mandatarios, aunque superen la setentena con amplitud, longevos artistas, con conciertos, películas, cuadros, libros… que han superado con creces la edad de jubilación siguen en plena actividad y ni siquiera su aspecto es en ocasiones de personas mayores de edad provecta.

¿Qué ha ocurrido para que cambiara tanto la percepción de la edad biológica?

En primer lugar, el aumento de la esperanza de vida. En 1900, en Espala la esperanza de vida era de 34 años, sobre todo a causa de la mortalidad infantil. Las esperanza de vida en 2014 era de 80,1 años para los hombres y 85,6 en las mujeres, y sigue aumentando.

También el acceso a las nuevas tecnologías influyen. Los niños de hoy tienen el mundo a su alcance con un solo clic, ya no hay un único maestro, los estímulos son múltiples y tienen un mayor conocimiento del mundo que les rodea, en consecuencia, la niñez se acorta, pues reciben antes la información y se hacen más independientes.

La adolescencia y preadolescencia se ha adelantado dos años y medio. Sin embargo, existen actitudes de eternos adolescentes en personas que por edad deberían obrar como adultos. Todos tenemos en nuestro entorno personas con 30 años que viven en casa de sus padres, en ocasiones dependiendo económicamente de ellos, cuando hace solo unas décadas se hubieran casado con 21 años y ya tendrían la parejita de hijos. Cierto que hay condicionantes económicos, pero también una suerte de inercia social y de comodidad mutua entre las generaciones, cuando no un intento declarado de no dar fin la juventud y no querer asumir responsabilidades.

Así que, por una parte la niñez y adolescencia se acorta, pero la juventud se alarga, razones externas económicas impiden en muchas ocasiones la entrada en el mercado laboral y la independencia consiguiente, que es el inicio de la edad adulta (¿edad biológica adulta?), pero la semántica tampoco ayuda con ayudas al empleo juvenil hasta los 30, becas para jóvenes investigadores de 40… No es que se nieguen esas ayudas, es que igual debería llamarse de otra forma.

Se es joven a los 20 años, ¿a los 30?, ¿a los 35?, parece ser que los propios interesados así se consideran y el resto de la sociedad, también, de hecho, los periodos de formación antes de entrar en el ámbito laboral influyen en la dependencia económica paterna de manera definitiva durante cada vez más años.

Es fundamental otro dato, el aumento de esperanza de vida. Antes, a principios del siglo pasado, con 50 años, ya se era mayor, se vestía uno de mayor, tenía actitudes de mayor y lo cierto era que, siendo razonables, no le quedara mucho de vida y muchos no habían conocido a sus abuelos. Ahora los hijos ven a sus padres, a sus abuelos, su actividad, sus aficiones… e incluso comparten afinidades y gustos, pues las líneas que marcaban las diferencias de trato y costumbres entre unos y otros, se han diluido.

En el otro extremo, las personas mayores de hoy en una gran parte no son como las de antes. Su alimentación, su salud, pero sobre todo su cambio de mentalidad que les lleva a aprovechar los años en que ya no trabajan para viajar, tener experiencias, hacer cosas nuevas…, siempre claro que la salud acompañe, si hay problemas de deterioro, estamos hablando de otra cosa.

Se considera que alguien llega a persona mayor cuando esta se jubila, pero, es vieja o anciana. Si la esperanza de vida supera los 80 años, en absoluto, hay todavía varios lustros por delante.

En conclusión, los parámetros para hablar de edades no son los mismos y con la tecnología y avances en medicina, seguramente en unas décadas volverán a cambiar. Hoy quienes antes eran viejos, son jóvenes, o en todo caso, adultos bien conservados.

Es un interesante tema de reflexión, con matices, distintas visiones, recorridos históricos que permiten conocernos mejor, pensar en cómo vemos a los demás y cómo nos ven. Cómo ha cambiado el lenguaje, de asilo pasamos a residencia de ancianos, ahora usamos más residencia de mayores, geriátrico, hablamos de viviendas en comunidades para personas jubiladas, todo un mundo que no se parece en nada al que conocieron nuestros bisabuelos o abuelos, con personas que a la edad en la que ellos se recluían, eran un estorbo cuando no una carga, ahora se plantean que una nueva y emocionante parte de su vida empieza.

Proponemos un ejercicio, ¿cómo me considero yo un adulto, una persona de la tercera edad, un anciano?, ¿cómo veo a los demás?, ¿me pasa eso de reunirme con mis compañeros de promoción y pensar en lo mayores que están sin verme a mí mismo como ellos seguramente me verán?, ¿recuerdo lo que hacía mi abuelo y es lo mismo que lo que hace mi padre cuando tenía su edad? ¿La edad biológica es lo que era, o las medidas cronológicas no valen y tenemos que buscar otras?

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