La inversión pública en la ley de dependencia

Hoy Carles Reixach, trabajador social, nos da su punto de vista sobre el gasto en la ley de dependencia

La ley de dependencia sigue estando de actualidad. De hecho, nunca ha dejado de estarlo. El gasto público en dependencia está aumentando casi de forma general en todas las comunidades autónomas de manera similar. Pero analicemos cómo desde las diferentes regiones se está implementando este gasto. A día de hoy, muchos gobiernos están apostando y destinando gran parte de este aumento de presupuesto a dos tipos de servicio concretos; el servicio de atención a domicilio (SAD), y el de centro de día. Algún ejemplo concreto de regiones con este aumento de presupuesto lo encontramos en Madrid. Estos recursos por un lado, al requerir de una inversión menor que la creación de nuevas plazas residenciales públicas, son los favoritos por los responsables de las arcas de los municipios españoles, ya que su vez, reducen las listas de espera y consiguen que las personas con dependencia disfruten de algún recurso dentro de los disponibles.

 Buenas intenciones con la Ley de Dependencia

La jugada está bien pensada por su parte. Con el servicio de SAD por ejemplo, al otorgar más presupuesto, los ayuntamientos disponen de más fondos para asignar este recurso. Esto se traduce en que una nueva trabajadora familiar contratada para atender dependientes, puede atender a más de una persona, con lo que como explicaba, con la misma inversión se benefician más usuarios.gasto público

El problema empieza a aparecer cuando nos fijamos en los efectos de esta apuesta. El servicio de SAD hace mucho bien a aquellas personas a las que beneficia y ofrece muy buenos resultados en muchos casos. Lo que no se puede pretender, es utilizarlo como comodín casi universal. Este servicio como tal, esta pensado para ofrecer cuidados, supervisión y compañía en el propio entorno del usuario. Pero cuando una profesional tiene que atender a una persona con un grado III (según el baremo de la ley de dependencia), que en general necesita de más cuidaos que una persona con menos dependencia, se le empiezan a romper las costuras a este parche. Por un lado, la profesional puede llegar a sentirse desbordada ante la impotencia de no hacer su trabajo en las condiciones que serían optimas. Por otro lado, el usuario ve como quizá sus necesidades no son cubiertas, y si lo están, no de la misma forma que lo estarían en otro servicio más adecuado.

En esta línea, las plazas de los centros de día, también están aumentando, por ejemplo en Navarra. Con la dotación económica que supone crear una plaza residencial, se crean un mínimo de dos plazas de centro de día. Estos recursos también atienden a personas que según sus condiciones estarían mejor atendidos en una residencia, ya que no podemos olvidar que aunque cada vez hay más unidades de demencia y similares en los centros de día, sus instalaciones en general distan bastante de las residencias en cuanto a cuidados sanitarios y asistenciales se refiere. Mucha gente ya se da cuenta del problema, y los que buenamente pueden hacen un esfuerzo y buscan plazas de residencia privadas cuando lo ven necesario, ya que la creación de plazas residenciales es un hecho aunque en menor número.

El futuro de la Ley de Dependencia

No voy ahora a atacar a los gobiernos ni ayuntamientos más allá de este análisis. Pero lo que si que creo es que nunca se nos ha echado el tiempo tan encima como ahora en este asunto. La esperanza de vida no para de subir, la pirámide de población está claramente invertida y las personas de la tercera edad cada vez representan a un porcentaje mayor de la población .

Los ejemplos de estos fenómenos son fácilmente visibles Y ante todo esto, es ahora o nunca que hay que proponer soluciones que sean duraderas, y porqué no decirlo también, innovadoras. Es cierto como se dice, que el futuro es de los jóvenes, pero antes pasa por mirar hacia arriba y pensar en nuestros mayores.

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