¿MEDICALIZAR LAS RESIDENCIAS DEL MAÑANA?

¿MEDICALIZAR LAS RESIDENCIAS?

Estamos en plena pandemia.  Unos dicen que ya hemos pasado el pico, otros que todavía falta.  Unos que habrá una segunda o tercera oleada, otros que no. Unos que las mascarillas son recomendables, otros que quizás no.   Y esto teniendo en cuenta únicamente información que nos llega de medios oficiales o de gente que en apariencia “domina”.  No hablo de los que dicen que esto se cura haciendo vahos, gárgaras con sal o con zumo de limón.

Si a las personas que están en sus casas confinadas toda esta situación les puede parecer confusa, a quienes trabajan en residencias no les preocupa tanto como qué será lo nuevo que van a tener que hacer según el último plan que haya diseñado alguien en algún despacho.

El sector geroasistencial vive su peor momento.  Lo más importante es el aspecto humano.  Organizaciones creadas para atender a personas dependientes intentando ajustarse a sus necesidades y preferencias ven como las personas hacia quienes se orientan mueren cuando “no les tocaba hacerlo”.  Según datos oficiales, que hay quien no se cree, a 20 de abril habían fallecido por coronavirus en España 12.000 mayores que viven en residencias (eran 4.750 el 10 de abril).  Estos fallecimientos están desigualmente repartidos por lo que hay muchas que no han tenido ningún caso y otras en que el Covid19 ha pasado con una furia extrema.

Cada día aparecen datos en los medios. Números.  Lo que no se nos está trasladando es que detrás de cada uno había una persona que era atendida por otras personas.  Muchos llevaban viviendo un tiempo en la residencia por lo que el equipo les conocía, a ellos y a sus familiares.  De cada residente existe un Plan Individual de Atención y cada uno hablaba cada día con otros residentes y cuidadores.  Algunos, más o menos uno de cada tres, tenía algún tipo de deterioro cognitivo.  En las residencias con bajas por coronavirus se está acumulando una cantidad de dolor, de duelo no resuelto y de preguntas no respondidas que pasará factura.

Ese aspecto humano no lo estoy encontrando en los medios que leo (con alguna digna excepción como esta noticia de El País en la que se detecta un reconocimiento hacia los profesionales).

Lo que sí estoy leyendo y escuchando es que, ya, cuando todavía no ha acabado la crisis, hay algo que parece que hemos aprendido y es que las residencias del futuro deberán ser medicalizadas.

YO NO ESTOY DE ACUERDO

Tengo la gran suerte de haber podido visitar muchas residencias en varios países e, inconscientemente suelo preguntarme cuando voy a una “¿me veo aquí si alguna vez lo necesito?”

Una residencia de ancianos en Singapur

Una residencia de ancianos en Singapur

Lo que suele hacer que una residencia me parezca atractiva, que “me vea allí”, no es que tenga un sistema super-sofisticado de administración de la medicación, que cumplan exhaustivamente los menús pautados, que esté preparada para su sectorización o que mucha gente lleve uniforme blanco, sino algo más prosaico como pensar “¿pasan cosas aquí?, ¿son diferentes los días entre sí?”.   Desde que, de la mano de los consultores David Sprowl y Walter Coffey  entré en contacto con el concepto de la Alternativa Edén y la lucha contra las “tres plagas que afectan a los mayores”, me preocupa mucho envejecer y acabar en una residencia medicalizada en la que viva una vida aburrida en la que me sienta solo e inútil.

El geriatra Bill Thomas que promovió la Alternativa Edén e ideó la existencia de las tres plagas se inspiró en la falta de humanidad de las residencias medicalizadas que vivió en primera persona como director médico de una gran residencia.

Ahora estamos superando una situación extraordinaria de pandemia.  Muchos residentes llevan semanas sin ver a sus seres queridos en persona, confinados en su habitación, a otros se les ha cambiado de dormitorio, incluso de planta sin su consentimiento.  Si esto es una medida excepcional y temporal, parece asumible (aunque nadie les ha preguntado nada a los residentes).  Pero ¿Cuál será el precio que tendrán que pagar quienes vayan vivir en las “residencias medicalizadas” que diseñaremos cuando la emergencia se acabe?  ¿Iremos hacia residencias tipo Singapur (sólo 11 fallecidos por coronavirus) o Hong Kong (sólo 4 fallecidos) con habitaciones de cuatro y seis camas?  Si pensamos desde un punto de vista post-pandemia, presentan una ventaja enorme.  Permiten un confinamiento por cohortes estanco, los EPIs podrían utilizarse de forma super-eficiente y, es un modelo ya probado en dos países que han afrontado bien la pandemia.   Sin embargo, no me gustan y creo que estaría dispuesto a aceptar un nivel de riesgo a cambio de vivir en una residencia con un modelo más hogareño, a pesar de que haya podido afrontar peor el contagio.

Después de la pandemia, en muchos aspectos de la vida deberemos plantear medidas que pongan en un lado la seguridad y en otro la libertad, intimidad y la calidad de vida, buscando en necesario equilibrio.  Como no sabemos si tendremos otra pandemia en cinco, cincuenta o doscientos años,  ni cómo será el “bicho” que nos atacará entonces, vayamos entonces con cuidado al plantear las residencias del mañana, no sea que para conseguir seguridad renunciemos a la libertad y acabemos perdiendo ambas.

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