Cinco mitos sobre la comida en las residencias de personas mayores (y la realidad)

Durante años se ha repetido una idea injusta: que la comida en las residencias de personas mayores es “como la de hospital”, “precocinada” o “poco sabrosa”. Sin embargo, quienes visitan hoy muchos centros descubren una realidad muy distinta. Por ello, en Inforesidencias pensamos que puede resultar interesante repasar cinco mitos sobre la comida en las residencias de personas mayores (y la realidad).

En las residencias de la tercera edad actuales, la alimentación forma parte del bienestar, la salud y el disfrute diario. Los menús se planifican con rigor nutricional, se adaptan a cada persona y, en muchos casos, se cocinan a diario con productos frescos y de proximidad.

A continuación, desmontamos cinco mitos muy extendidos sobre la comida en las residencias y explicamos cómo es realmente alimentarse en ellas:

1.- “La comida en las residencias es como la de hospital”

Falso. Aunque en ambos entornos se cuida la nutrición, las residencias no funcionan como hospitales. La alimentación forma parte de la vida cotidiana, no de un tratamiento médico. Los equipos de cocina buscan el equilibrio entre nutrición y placer, con platos tradicionales, guisos y postres caseros adaptados a las necesidades de cada persona.

La presentación, el olor y el sabor se cuidan porque comer bien no solo es cuestión de salud, sino también de bienestar emocional. Un plato bien presentado abre el apetito, estimula los sentidos y convierte el momento de la comida en algo agradable. El aroma recuerda a la cocina de casa y el sabor reconforta, evocando recuerdos y sensaciones positivas.

Por eso, en muchas residencias se busca que cada comida sea también una pequeña experiencia de placer y de hogar.

2.- “Todo es precocinado”

No, y cada vez menos. La tendencia general es la cocina propia y la elaboración diaria. Muchas residencias trabajan con proveedores locales y productos de temporada. Los platos se preparan en las propias instalaciones o en cocinas centrales gestionadas por empresas especializadas en restauración geriátrica, con estándares de seguridad alimentaria y control nutricional.

Algunos centros incluso permiten ver el proceso de cocinado o participar en actividades culinarias, reforzando la transparencia y la confianza. En ocasiones, las cocinas están integradas en espacios abiertos para que los residentes puedan oler lo que se está preparando y sentirse parte de la rutina diaria. También se organizan talleres o jornadas gastronómicas donde colaboran en la elaboración de platos sencillos o recetas tradicionales.

Estas iniciativas fortalecen el vínculo con la comida y ayudan a mantener viva la relación emocional con la cocina.

3.- “Todos comen lo mismo”

No es así. En las residencias actuales, los menús se adaptan a las características, gustos y necesidades de cada residente. Existen diferentes tipos de dietas: sin sal, diabéticas, ricas en fibra, blandas o con texturas modificadas para personas con dificultades de deglución.

Además, la personalización no solo tiene en cuenta la salud, sino también las preferencias individuales: hay quienes no comen legumbres, quienes prefieren carne blanca o quienes disfrutan de un postre concreto. El objetivo es que cada persona mantenga sus hábitos alimentarios dentro de un entorno cuidado.

Para las personas con dificultades de deglución, conocidas como disfagia, la alimentación requiere especial atención. En estos casos se elaboran comidas texturizadas o con distintas densidades que facilitan la ingesta sin perder sabor ni atractivo visual. Los purés, cremas o gelificados mantienen los mismos valores nutricionales que el plato original, pero con una textura adaptada. De este modo, se garantiza la seguridad al comer y se conserva el placer de disfrutar de la comida.

4.- “En las residencias grandes se come peor”

Falso. Entre los cinco mitos sobre la comida en las residencias de personas mayores se dice que en las residencias grandes se come peor, pero no es verdad. La calidad de la comida no depende del tamaño del centro, sino de la planificación, la gestión y la supervisión de los menús. Incluso en residencias con muchas plazas, los equipos de cocina y nutrición pueden ofrecer platos equilibrados, variados y adaptados a las necesidades de cada residente.

Lo importante es la dedicación del personal y el seguimiento de protocolos de seguridad alimentaria, no el número de residentes. De hecho, muchas residencias grandes invierten en cocinas modernas y control de calidad para garantizar que todos los platos sean nutritivos y apetecibles.

5.- “Comer en una residencia es impersonal, la comida es rutinaria y poco cercana”

Falso. Aunque algunos puedan imaginar un comedor grande y repetitivo, en la realidad muchas residencias cuidan que el momento de la comida sea agradable y cercano. Los horarios se adaptan a las necesidades de los residentes, los comedores se organizan para favorecer la interacción y se fomenta la participación en la elección de menús o en actividades gastronómicas.

Además, se buscan estrategias para mantener la individualización: atención al gusto personal, texturas adaptadas y presentación cuidada. Comer en la residencia no es solo nutrirse, sino también compartir, conversar y mantener rutinas sociales que aportan bienestar y conexión emocional.

Comer bien también es cuidar

La comida en las residencias de mayores ha evolucionado enormemente en los últimos años. Hoy se entiende como una parte esencial de la atención integral: alimenta, cuida, reconforta y socializa.

Romper los mitos y reconocer ese esfuerzo es también una forma de valorar a los equipos de cocina, dietistas y cuidadores que, cada día, trabajan para que las personas mayores disfruten de una alimentación sana, segura y con sabor a hogar.

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