¿Cómo afecta la iluminación de la residencia al estado de ánimo del residente?

La luz no solo ilumina, también transforma el ánimo, el sueño y la percepción del entorno. En una residencia o centro de día de mayores, la iluminación puede ser una poderosa herramienta terapéutica o, por el contrario, un factor que contribuya al malestar y la desorientación. Por ello, hoy en Inforesidencias nos preguntamos: ¿Cómo afecta la iluminación de la residencia al estado de ánimo del residente?

Comprender el poder de la luz —y también de la oscuridad— es esencial para crear espacios donde las personas mayores se sientan seguras, activas y tranquilas.

El poder de la luz en el bienestar diario

La luz natural es un regulador biológico fundamental. Mantiene el ritmo circadiano, es decir, el reloj interno que regula el sueño, la vigilia y muchas funciones corporales. En personas mayores, este ritmo puede alterarse con facilidad, lo que provoca insomnio, fatiga o irritabilidad.

Un entorno bien iluminado ayuda a mejorar el estado de ánimo y reducir la depresión estacional, especialmente en residentes con movilidad reducida que pasan más tiempo en interiores. La exposición a la luz natural por la mañana favorece la secreción de serotonina, conocida como la “hormona de la felicidad”, y prepara el cuerpo para un descanso más reparador por la noche.

En cambio, una iluminación insuficiente o mal distribuida puede generar desorientación, sensación de encierro y apatía. Por eso, cada espacio de la residencia debe pensarse no solo desde la funcionalidad, sino desde su capacidad para influir en el bienestar emocional.

¿Cómo afecta la iluminación de la residencia al estado de ánimo del residente?

A lo largo del día, las necesidades de luz cambian. En las primeras horas, conviene potenciar la entrada de luz natural o utilizar luces cálidas e intensas que activen el cuerpo y la mente. En las tardes y noches, en cambio, una luz más tenue ayuda a la relajación y favorece la producción de melatonina, la hormona del sueño.

Los estudios en geriatría ambiental coinciden: una iluminación dinámica, que cambia su tono y su intensidad imitando el ciclo solar, reduce el riesgo de agitación y mejora el comportamiento de las personas con demencia. También contribuye a mantener el sentido del tiempo y la orientación espacial, dos aspectos clave para evitar el síndrome del “atardecer”, frecuente en residentes con Alzheimer u otras patologías cognitivas.

Oscuridad, claridad y equilibrio

La oscuridad también cumple una función terapéutica. No todo debe estar iluminado constantemente. Las áreas de descanso, las habitaciones y las salas de relajación necesitan niveles de penumbra que permitan al cerebro desconectarse y recuperar energía.

Por el contrario, los pasillos y zonas comunes requieren claridad uniforme y sin deslumbramientos, que aporte seguridad en la movilidad y confianza al caminar. Las luces frías o demasiado intensas pueden ser incómodas y alterar la percepción de profundidad, algo especialmente problemático en personas con deterioro visual.

El equilibrio entre luz y sombra ayuda a crear ambientes más humanos, donde la persona percibe su entorno como acogedor y predecible, lo que reduce la ansiedad y el miedo a las caídas.

La luz como terapia

La llamada fototerapia o terapia lumínica se usa ya en algunos centros de mayores para tratar síntomas depresivos o alteraciones del sueño. Consiste en exponer a los residentes a una iluminación controlada, con intensidades y tonos específicos, durante ciertos momentos del día.

Además, integrar la luz en las rutinas diarias puede tener efectos positivos: desayunos en zonas soleadas, talleres bajo luz natural o paseos en patios luminosos. Pequeños gestos que multiplican el bienestar sin necesidad de grandes inversiones.

Diseñar con la luz para cuidar mejor

La iluminación en residencias de mayores no es un detalle decorativo: es una herramienta de cuidado. Planificarla adecuadamente significa pensar en la fisiología, la emoción y la autonomía de cada residente.

La luz puede ser compañera de día, aliada de la memoria y guardiana del descanso. Usarla con inteligencia y sensibilidad es una forma más —y muy poderosa— de cuidar.

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