¿Cómo de importante es el silencio (o el ruido) en una residencia de personas mayores?

El sonido —o su ausencia— puede transformar por completo la experiencia de vivir en una residencia. El silencio no siempre significa soledad, ni el ruido es sinónimo de vida. Por ello, hoy en Inforesidencias nos preguntamos: ¿Cómo de importante es el silencio (o el ruido) en una residencia de personas mayores?

En realidad, el equilibrio entre ambos tiene un efecto directo sobre la salud emocional. También sobre la concentración, el descanso y la calidad de vida de las personas mayores.

El ruido invisible del día a día

Las residencias suelen ser entornos activos, donde conviven múltiples estímulos: conversaciones, televisores, alarmas, carros de limpieza, puertas que se abren y se cierran. Todo ello conforma un paisaje sonoro que, si no se gestiona adecuadamente, puede generar estrés, irritabilidad y confusión.

Las personas mayores son especialmente sensibles al ruido. La pérdida de audición relacionada con la edad (presbiacusia) hace que muchos sonidos se perciban de forma distorsionada, más aguda o molesta. Además, en personas con demencia o deterioro cognitivo, el exceso de ruido puede aumentar la agitación o la desorientación, dificultando su comunicación y bienestar.

Reducir el ruido no significa convertir la residencia en un espacio silencioso y triste, sino crear un entorno sonoro amable, donde los sonidos acompañen y no invadan.

¿Cómo de importante es el silencio (o el ruido) en una residencia de personas mayores?

El silencio tiene un poder terapéutico. Permite escuchar el propio cuerpo, concentrarse, descansar y recuperar energía mental. En espacios donde el silencio se respeta, las personas mayores muestran mejor humor, duermen mejor y mantienen mayor estabilidad emocional.

De hecho, varios estudios en neurociencia y psicología ambiental han demostrado que los entornos tranquilos reducen el ritmo cardíaco, disminuyen los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y favorecen la memoria y la atención.

Por el contrario, los entornos ruidosos pueden provocar fatiga auditiva, irritabilidad y sensación de pérdida de control. En personas con problemas cognitivos, el ruido constante interfiere en la comprensión del lenguaje y agrava la desorientación.

El silencio como parte del diseño

El diseño arquitectónico y la gestión del espacio juegan un papel esencial. Incorporar materiales fonoabsorbentes —techos acústicos, cortinas, paneles de madera o alfombras— ayuda a reducir la reverberación y mejorar el confort auditivo.

También es recomendable diseñar espacios dedicados al silencio, zonas de descanso o meditación donde los residentes puedan desconectar del bullicio. Estos espacios no tienen que ser solemnes o aislados: basta con que sean refugios acústicos, lugares donde solo se oiga el sonido natural de un jardín o una fuente de agua.

El silencio no es vacío, es presencia. Es un recurso tan valioso como la luz, y ambos pueden combinarse para crear ambientes terapéuticos que favorezcan el bienestar físico y emocional.

Un entorno que suene a bienestar

Cuidar el ambiente sonoro de una residencia es cuidar la salud de quienes la habitan. Un equilibrio entre momentos de actividad y pausas de calma contribuye a crear hogares más humanos, donde las personas mayores puedan sentirse seguras, escuchadas y en paz.

El silencio bien gestionado no aísla, acompaña. Y quizás ha llegado el momento de escucharlo como una forma más de cuidar.

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