Moving your soul. Un nuevo ejemplo de vida positiva con Alzheimer

Esta vez desde Moving Your Soul – Otra manera de vivir el Alzhéimer nos envían un bonito testimonio de Celia, que era la principal cuidadora de su madre hasta que falleció.

Su consejo, a partir de su experiencia, es duro de escuchar pero lleno de profundidad: «Si la vida te trae Alzhéimer, acógelo.»

Moving your soul AlzheimerQuien cuida a una persona con demencia o tiene un familia con esta enfermedad puede pensar que es fácil decirlo, pero no es tan fácil conseguirlo en la práctica, en el día a día real. Por eso tiene tanta fuerza la experiencia personal de otras personas, y este testimonio no se basa en teorías sino en alguien que realmente ha sufrido esa situación y ha sido capaz de convertir el dolor en una fuente de aprendizaje. Acoger el dolor no es fácil, pero tal como ella nos cuenta en estas líneas, aceptar es el primer paso para reducir el sufrimiento y encontrar paz.

“Si la vida te trae Alzheimer, acógelo.” Yo era la principal cuidadora de mi madre con Alzheimer. Si hubiera oído esa frase desde la batalla diaria como cuidadora, de inmediato habría desechado el consejo por superficial y unidimensional. Pero como cuidadora en recuperación, entiendo el poder que encierra. De manera involuntaria e improvisada, di acogida al Alzheimer durante las primeras etapas del viaje y ese mismo acto definió básicamente mi experiencia, convirtiendo estresante viaje en una serie de lecciones de vida conscientes y valiosas.

Al principio he de admitir que me asustaba la enfermedad. El Alzheimer es una enfermedad neurológica, pero funciona como un parásito que va abriendo grietas y grietas cognitivas hasta que se introduce y se queda a vivir para siempre. Temía que mi madre se perdiera en la maraña de esta enfermedad fatal, y emocionalmente no estaba preparada para permitir que eso sucediera porque significaba dejarla marchar. De modo que hice todo lo que pude por seguir conectada con ella. Preparaba comidas caseras en raciones simples para llenarle la nevera. Si iba a perder la cabeza, pensaba, que la pille con el estómago lleno. Por lo menos me hacía sentir que aún estaba al cargo de la situación. Pero en esos momentos de quietud en los que la verdad se digiere más fácilmente me daba cuenta de que mi madre se iba diluyendo ante mis propios ojos y el mundo bajo mis pies se derrumbaba. Lo que hice fue formular unos principios básicos compasivos, o declaraciones de intenciones, para cada fase de la enfermedad. A mi primer principio básico lo llamé ‘Seguridad y Felicidad’, y me sirvió a la hora de tomar decisiones serias sobre la medicación de mi madre o sobre su traslado a una residencia para pacientes con demencia. Conforme avanzaba la enfermedad, mi principio básico también evolucionó hacia ‘Paz y Sencillez’, que es donde descubrí cómo permanecer conectada con ella más allá de las palabras. Como en todo en la vida, cuanto más de frente miraba la verdad, menos pánico sentía. Celia Pomeranz, EE.UU.

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