En verano, que las vacaciones sean para todos, también para las personas mayores

El verano es, como las Navidades, una temporada complicada para muchas familias, pues deben organizar los periodos vacacionales coordinando trabajo y cuidados a hijos, a personas dependientes o contentando los gustos de todos.

Debemos pensar que el concepto de ocio y vacaciones va variando con el tiempo y la edad, y que las personas mayores pueden tener un concepto muy distinto de lo que son las vacaciones del que pueda tener una persona joven sola o una familia. Para una persona que vive en una residencia de tercera edad en una ciudad, las vacaciones pueden ser unos días en su pueblo, pero si vive en un sitio rural, a lo mejor su deseo es hacer un crucero o irse a un balneario o a la playa. Vamos a plantear una suerte de casuística de diferentes circunstancias en las que el verano se echa encima y hay que organizarse.

El periodo estival es propicio para que personas mayores que viven con sus familias pasen una estancia temporal en una residencia de mayores, sobre todo cuando tienen algún grado de dependencia. A veces es elegido por ellas, otras veces las circunstancias obligan. Es importante, cuando esto ocurre, que la persona no sienta que es abandonada porque es un estorbo.

Debemos tener siempre muy presente que cuidar de nuestros mayores no solo es que tengan atendidas las necesidades físicas, es también hacerles partícipes de las decisiones y consensuar con ellos cómo se gestiona el tiempo. También se da el caso contrario, personas que viven durante el año en una residencia geriátrica a las que en verano sus hijos se las llevan para que pasen las vacaciones con ellos. Cuando esto ocurre, es un momento adecuado para fomentar relaciones de calidad entre abuelos y nietos, padres e hijos y disfrutar de experiencias comunes.

Debemos verlo como una oportunidad que fortaleza los lazos entre los miembros de la familia, eso repercutirá de forma beneficiosa el resto del año, cuando las obligaciones hagan que las visitas estén más reguladas. Las experiencias placenteras unen y hacen crecer el deseo de repetirlas. También muchos mayores que viven tranquilos en sus domicilios, en verano se ven invadidos por hijos y nietos, teniendo que ejercer de cuidadores de estos últimos con frecuencia.

Aunque en muchas ocasiones es motivo de alegría, no por eso deja de ser una responsabilidad y una carga recibir en casa durante un tiempo más o menos largo a personas acostumbradas a otro ritmo de vida y con otros intereses.

Gestionar esa convivencia llegando a acuerdos y no sobrecargando a ninguna de las partes es la clave para que el verano no sea una fuente de conflictos familiares. Hay familias que planean vacaciones comunes para todos los miembros, con viajes o alquiler de apartamentos y casa donde conviven padres, hijos, nietos y quien se quiera acoplar.

Cuando esto ocurre, si todos están de acuerdo y la convivencia es buena, puede ser estupendo. Por otra parte, las personas mayores tienen derecho a planear también su periodo de vacaciones sin contar con las necesidades de sus familiares. Desde hace años se ven en solitario, en parejas o grupos a jubilados que aprovechando la tranquilidad de los años, de la pensión y del cese de ciertas obligaciones, se lanzan a recorrer el mundo, o a pasar unos días en un sitio tranquilo, cada cual según sus gustos.

Si este es el caso de nuestro familiar, será estupendo compartir a su regreso sus vivencias. Otra circunstancia es la de la persona mayor que vive con su familia y que cuando esta se marcha por un tiempo, prefieren pasar sus vacaciones en casa y quedarse solos.

Es un tiempo de calidad para ellos, pudiendo organizarse a su manera, sin ir a buscar los nietos al colegio o con otro tipo de obligaciones, por lo que pueden hacer una vida social que durante el curso está más condicionada, apuntarse a actividades o excursiones o, simplemente, sentirse más libre. No debemos sentirnos mal si ese es su deseo, no significa que nos quiera o necesite menos, solo resulta que, como nosotros, también tiene la necesidad de momentos de soledad enriquecedora y de sentirse autosuficiente. Hasta ahora hemos hablado de personas mayores que no tienen dependencia o que, si la tienen, es leve o moderada, y tienen un grado razonable de autonomía física y la capacidad de tomar sus propias decisiones. También está la circunstancia de cuando la persona mayor es un gran dependiente y son sus familiares quienes deben tomar la decisión de dónde y con quién pasa el verano.

Si su dependencia solo es física pero tiene grandes problemas de movilidad o para sus necesidades diarias, a pesar de no tener problemas cognitivos, es un condicionante grande que esté atendido de la manera más adecuada a su dolencia o discapacidad. Tanto si vive en una residencia como si está en casa con nosotros, deberemos preguntarnos en primer lugar si es conveniente que viaje a donde hemos decidido veranear, si el sitio es adecuado para su edad y su estado de salud. Si eso no ocurre, entonces la cuestión es si debe permanecer en la residencia o, si vive en el domicilio familiar, nos quedamos en casa con él, o bien se contrata a una persona de apoyo para los días que no estemos, o bien se busca una residencia geriátrica que ofrezca estancias estivales temporales y que nosotros consideremos que se ajusta a las necesidades y gustos de nuestro familiar, y contar en todo momento con su opinión, por supuesto.

Si la dependencia es por un estado de deterioro cognitivo, debemos ser muy cuidadosos y estar atentos a las señales que nos den pistas sobre lo que la persona elegiría si pudiera hacerlo y sobre la mejor manera de que disfrute y esté mejor atendido. Es complicado y muchas veces solo se puede intuir en parte, pero intentarlo y poder regalarle también momentos especiales es una buena manera de que también tengan algo parecido a unas vacaciones.

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