Tercera edad y alfabetización

Cuando se alcanza la tercera edad es un buen momento para adquirir las bases de la alfabetización. En muchas ocasiones hablamos de que al llegar a la jubilación muchas personas se plantean retomar estudios que quedaron a medias por los avatares de la vida, otras cumplir el sueño de estudiar una carrera universitaria y muchas se plantean aumentar su cultura y visión del mundo y se apuntan a los diversos planes de estudios para personas mayores que muchas universidades y entidades públicas como ayuntamientos fomentan.

el tiempo corre pero nunca es tarde para aprender

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Sin embargo no hablamos de las personas mayores que no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela o solo fueron poco tiempo, tan poco que no fue suficiente para aprender a leer, escribir o las cuentas básicas o lo aprendieron en precario de manera que, aunque sepan en teoría leer, en la práctica son lo que se llama analfabetos funcionales. En España, con datos de 2016 del INE, 669 400 personas eran analfabetas funcionales de más de 16 años, es decir, el 1,7 por ciento de la población, de ellas, 12 800 estaban cursando algún tipo de estudio para dejar de serlo, muy pocas. De la franja de edad entre 50 y 70, hay 139 300 personas analfabetas y 399 600 entre los mayores de 70 años. Además casi el 70 % de la población que no sabe leer ni escribir son mujeres. Para las estadísticas, la tasa de alfabetización de la población adulta consiste en el porcentaje de la población de 15 años y más que puede leer y escribir frases simples sobre su vida cotidiana. Es decir, que es incapaz de utilizar su capacidad de lectura, escritura y cálculo de forma eficiente en las situaciones habituales de la vida.

Tipos de analfabetismos

Es importante señalar que hay dos perfiles básicos de persona analfabeta: uno es la persona mayor de 65 años (tercera edad) que tuvo que ponerse a trabajar o hacerse cargo de la familia muy joven y el otro está vinculado a estratos marginales de la población, minorías o inmigrantes. Debe destacarse que en España la dictadura franquista supuso un estancamiento en la escolarización, sobre todo de las mujeres. Estas personas mayores que no han podido llegar a escribir más que su firma, y a veces ni eso, han tenido toda su vida un hándicap grave que les ha impedido el acceso a muchas oportunidades de empleo, ocio, ascenso social… aumenta su vulnerabilidad ante engaños y estafas e incluso ha condicionado su manera de estar en la sociedad, pues el analfabetismo algo que se suele llevar de manera disimulada por vergüenza, de manera que, si no se sabe leer un letrero, se dice «¿me podría leer lo que pone? Es que he olvidado las gafas?», por ejemplo y deben confiar de manera obligada en la buena voluntad de los demás preguntando a las personas que les rodean qué tipo de leche están comprando, si están en la calle a la que quieren ir, si el autobús es el correcto, que les marquen un número de teléfono, que les indiquen si ya les toca en la lista de consulta, que les lean un prospecto, y, por supuesto, no tienen carnet de conducir, no entienden los mapas, no saben qué firman en un contrato, nunca han leído un libro, su acceso a la información es limitado a lo que escuchan y el mundo digital es algo ajeno.

En definitiva, que aumenta de manera notable el riesgo de pobreza y exclusión. Muchas personas mayores, en su mayoría mujeres, son capaces de romper esa vergüenza y se apuntan a las clases de alfabetización que se imparten desde los centros de enseñanza para adultos. Aprender a leer y escribir cuando se tienen más de 60 años es un reto difícil, muy costoso y que exige una gran fuerza de voluntad y muchas ganas. Sin embargo, las personas que lo consiguen, no solo mejoran de manera notable su calidad de vida, sin que sienten que su autoestima sube y su manera de estar en el mundo es distinta. Para que las personas mayores de la tercera edad se atrevan a dar el salto, es necesario ponérselo fácil. Por eso funcionan los centros de educación para mayores que tienen sedes en localidades pequeñas, las campañas de los ayuntamientos, las clases en centros culturales… en definitiva, que la educación sea un derecho y se fomente para todas las edades y en todos los lugares susceptibles de impartirla.  En algunos casos de clases impartidas entre la propia gente mayor también se sacan situaciones curiosas y divertidas.

No obstante, sin embargo el Gobierno central, tanto el actual como los anteriores, este tema no es prioritarios, y ha dejado en manos de las comunidades la educación de adultos y no hay normas relevantes que la fomenten en las distintas reformas educativas. No es suficiente. Cada año la estadística se reduce, pero es engañoso. Si bien baja el número de personas porque va falleciendo la población mayor, se incorporan generaciones que por el temprano abandono escolar son analfabetos funcionales, lo que les llevará a una vida adulta son menos oportunidades y mayor riesgo de pobreza. Las campañas que algunas comunidades como Andalucía o Extremadura han hecho en pro de la alfabetización de la población adulta han puesto en primer plano el problema, han dado valor a las personas que quieren salir de la situación y ha servido como estímulo.

La sociedad debe ser consciente de que una parte de su población, si llega a anciana siendo analfabeta es doblemente vulnerable, pues a su los condicionantes físicos propios de los años se une una traba cultural que no tiene otra solución que la de depender de una tercera persona. Solucionar este tema pasa por planes serios de educación de adultos y tener claro que para el individuo y la sociedad en general es más rentable que las personas tengan una formación y calidad de vida asociada a ella que lo contrario.

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