personas mayores y sensualidad

Las personas mayores cada vez llegan en mejores condiciones físicas y intelectuales a la tercera edad. Aun así, las sociedades tienen interiorizado que cumplir años supone ir asumiendo de manera paulatina, pero inexorable, una renuncia vital tras otra, hasta que ya se llega a ser alguien totalmente dependiente y sin capacidad de decisión. Por motivos culturales, de costumbre o presión social, las personas, a medida que cumplimos años, vamos asumiendo con naturalidad que hay cosas que ya no podemos hacer, de las restricciones en comida o bebida por motivos de salud o las físicas que implican el lógico desgaste acumulado, por nuestra cuenta, o por cuenta de quienes nos rodean, vamos añadiendo otras que se van sumando, haciendo que la vida sea cada vez menos rica o interesante. De esta manera, nos sentimos mayores para ir a según qué conciertos o eventos, para ir a gimnasios si no es específicamente a las clases para la tercera edad, nos sentimos fuera de sitio, o nos hacen sentir así, si vamos a clases de baile, viajamos y no es algo organizado por el IMSERSO, si emprendemos aventuras económicas, artísticas o vitales, pues la presión social manda señales continuas de que «somos mayores para ciertas cosas».amor en la tercera edad

Las renuncias tienen graves consecuencias en la situación metal y física de las personas mayores que se ven obligadas a «ejercer de ancianas», pues «adónde vas a ir con la edad que tienes» o «¿no te da vergüenza, a tus años?», que se deterioran antes, se aíslan y pierden relaciones sociales, afectivas, el interés y la curiosidad por aprender y aceleran los procesos de depresión o de deterioro cognitivo. La presión es mayor cuando nos referimos a las relaciones de pareja, a la sexualidad y a las necesidades que en muchas personas, hombres y mujeres, no se extinguen por tener arrugas o el pelo cano. Los comentarios a veces son crueles o la familia puede oponerse y coartar decisiones haciendo presiones que, si estuviéramos hablando de personas de otra franja de edad, serían inadmisibles. Esta mentalidad va cambiando, aunque se ven noticias que reflejan como algo exótico que una persona de 70 años inicie una carrera de escritor, funde una empresa, se convierta en modelo o inicie una nueva relación sentimental, lo cierto es que se va imponiendo la idea de que envejecer está dejando de ser sinónimo de recluirse en casa, en geriátricos o en sitios solo para mayores. Va a ser inevitable que el cambio en este sentido se acelere. Las sociedades occidentales, cada vez más envejecidas, no tienen más remedio que asumir con naturalidad que las personas mayores del siglo XXI, no son como sus padres o abuelos y que se enfrentan a sus últimos años muy lejos de la mentalidad  conformista y de generaciones anteriores. También disponen de otra formación y de condiciones económicas y físicas que permiten más años de vida de calidad en muchos casos.

Sin embargo, hay algunos temas que se resisten. Uno de ellos, como ya se señalen un párrafo anterior, es la sexualidad y el erotismo de las personas mayores. El hecho natural es que tanto los hombres como las mujeres sienten deseos e impulsos eróticos a lo largo de toda su vida, pero es sabido que suele verse como algo anecdótico e incluso motivo de chistes que las personas mayores vivan de manera intensa y sin restricciones su propia sexualidad. Se puede decir que hay una barrera mental que impide pensar que los niños o las personas mayores son personas sexuadas y con deseos y desechamos la idea sin ninguna reflexión, pues nos perturba. Si ampliamos el foco, nos podemos encontrar con que otras sociedades tienen una visión distinta.

Un ejemplo en Japón

Por ejemplo, en Japón, existe un mercado creciente de vídeos para adultos mayores (lo que denominan «gerontopornografía») protagonizados por actores sexagenarios y septuagenarios. A la esperable pareja de señor mayor con jovencitas, se unen parejas donde tanto el hombre como la mujer son de edad avanzada. Los clientes de estos vídeos no son solo personas mayores, sino que jóvenes y adultos de edad mediana, también consumen estos productos. Si bien es cierto que Japón es una sociedad muy poco puritana en cuanto a la sexualidad, lo que es innegable y explica este nuevo negocio es que en el año 2060 está previsto que el 40 % de la población de Japón tendrá más de 65 años y este dato, conocido por la población, le da otra visión al consumo de estos productos para personas mayores. Por otra parte, vivimos en un mundo hipersexualizado, lleno es estímulos eróticos que sirven como reclamos para los más diversos productos. Pero estas señales siempre remiten a una sexualidad plena y gozosa de cuerpos jóvenes y, en consecuencia y según los cánones impuestos, bellos. Resulta difícil pensar en la belleza de los cuerpos de las personas mayores, por lo que todavía puede resultar más alejada la idea de puedan sentir y gozar y que sea algo no solo saludable, sino hermoso en sí mismo. La realidad inevitable es que, en unos antes y en otros después, la biología siempre se impone, y que los jóvenes llegarán a viejos y desearán no ser juzgados por sus deseos o sensualidad y reivindicarán que el concepto de la belleza no sea solo la de un cuerpo joven, enérgico y en plenitud. Muchos estudios hablan de los beneficios de la sexualidad en la tercera edad desde el punto de vista sanitario, pero quizá se echa de menos una mirada más integral, más elevada y más cercana a lo que realmente sienten las personas a las que el paso de los años no les resta en sus sentimientos e impulsos, que ven la belleza que el paso de los años deja en las arrugas y en las manchas, que saben apreciar que los cuerpos son un mapa de experiencias y que eso es lo que les hace excepcionales.

Ver con naturalidad lo que es natural, y que de esa manera la viven las personas mayores en la tercera edad, es una tarea pendiente que tiene todavía nuestra sociedad.

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