¿Debemos acostumbrarnos a vivir solos en la tercera edad?

Cuando nos hacemos mayores y llegamos a la denominada tercera edad es posible llegar a vivir solo/a por diferentes motivos. ¿Pero esto solo pasa cuando llegamos a la senectud?

Cada vez es más habitual que las personas vivan solas en muchas etapas de la vida: tras una separación o divorcio, por viudedad, por emancipación de los hijos en una familia monoparental, porque varias razones vitales o por propia elección. Sea por la causa que sea, lo cierto es que aumenta el número de hogares con una sola persona y eso también afecta a la tercera edad.

Según datos de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG),alrededor de dos millones de personas mayores viven solas en España. Los nuevos modelos de familia y de relacionarse han enriquecido a la sociedad y, a la vez, han propiciado que que este número aumente de manera notable en los próximos años, dado el índice de envejecimiento y que empezarán a llegar a la edad de jubilación personas que llevan solas viviendo mucho tiempo.

Hay que tener en cuenta que según la ONU España será el país más envejecido del mundo en el año 2050. Cada semana 9000 españoles cumplen 65 años, cifra que aumentará a 20000 por semana en el año 2040. A nivel mundial, hoy hay 750 millones de personas de más de 60 años. Para 2050 se prevé que este número se triplique para llegar a los 2000 millones, es decir, una quinta parte de la población total.

Ante esta situación, los expertos indican que muchas personas deberán aprender a vivir solas a edades de jubilación y ancianidad. Debe tenerse siempre en cuenta que no es lo mismo la soledad elegida que la impuesta, ni la persona que vive sola y sin una red de familiares o amigos que aquella que no dispone de ellos. Sobre todo es complicado gestionar la soledad sobrevenida por viudedad o separación cuando no hay hijos u otros familiares cercanos. Es la soledad no deseada.

soledad en la tercera edad

Para aprender a vivir solos, desde las instituciones y asociaciones profesionales se pide fomentar cursos que preparen a las personas para cuando llegue el momento de la jubilación. También para estar preparados para asumir y gestionar el deterioro físico y la pérdida de autonomía personal. Tampoco debemos olvidar que estar solo no es lo mismo que sentirse solo.

Una cuestión importante es la preparación para la jubilación, que es una parte del envejecimiento activo, que no consiste en jubilarse y ponerse a hacer muchas cosas, sean o no significativas. Prepararse para la jubilación es tomar consciencia de la nueva etapa vital que se abre y plantearla como una oportunidad para retomar trabajos o aficiones o descubrir nuevos retos. Lo que no funciona es hacer por hacer. Se debe ocupar el tiempo en actividades significativas que sean importantes. En muy revelador el aumento de voluntarios de la tercera edad para múltiples acciones sociales, su presencia en movilizaciones políticas, el aumento de las matrículas en las universidades de mayores y la demanda cada vez mayor por su parte de cursos y actividades de todo tipo (deportivas, artísticas…) en los centros culturales, no solo en los centros de mayores.

Se trata de un empoderamiento de las personas mayores. Para que eso se consiga, muchas veces necesitan ayuda, apoyo emocional y herramientas que alejan a la sociedad y a ellas mismas de los tópicos asociados a la vejez. Esta ayuda debe hacerse tanto para personas que viven en sus domicilios y se sienten aisladas como pata quienes viven en residencias y tienen el mismo sentimiento a pesar de estar rodeados de gente. Para llevar a cabo acciones efectivas se deberá contar con planes diseñados y con continuidad en el tiempo ,profesionales como psicólogos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales, etc. y dotación económica, pues las buenas intenciones no son suficientes.

Por otra parte, no hay que olvidar que el aumento de edad va unido a los índices de aumento de dependencia y discapacidad. Un 56% de las personas mayores de 65 años tiene algún tipo de discapacidad. Este porcentaje aumentará en la medida en que aumente la tasa de envejecimiento. Para esta circunstancia no solo deben estar preparadas las administraciones y quienes gestionan servicios sociosanitarios. Es fundamentan que las propias personas mayores estén preparadas, para asumir y gestionar de manera adecuada las carencias, usando los recursos que se ofrecen que van desde mantenimiento físico, ayuda a domicilio, etc. al uso de las nuevas tecnologías en una gran variedad de necesidades cotidianas. A algunas personas en la tercera edad la soledad también les genera depresión.

Los retos generales que plantea el envejecimiento de la población en el mundo y los retos concretos que se plantean en nuestro país presentan un futuro en el que las personas mayores, en un alto porcentaje solas o con problemas asociados a la soledad deberán tomar sus decisiones. Para que puedan hacerlo, la sociedad debe estar preparada.

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