El sentimiento de culpa al llevar un familiar a una residencia para mayores

Los que hemos tenido la suerte de trabajar en una residencia y estar al lado de los familiares y residentes en los primeros días en el centro, sabemos que a veces aflora en algunos familiares el sentimiento de culpa. Un sentimiento que hace daño y que nos cuesta dejar atrás. Pero ¿por qué pasa?

Primero de todo, hay que destacar las razones “históricas”. Hasta hace muy poco lo que se consideraba como lo normal, era cuidar a la persona mayor en casa hasta que fallecía. No obstante, es importante mencionar, que quien cuidaba eran casi siempre las mujeres, ya que eran las que se ocupaban del hogar y de la familia. La situación ha cambiado, y desde que hace ya unas pocas décadas las mujeres se han ido incorporando al mercado laboral, ha hecho falta que alguien externo a la familia se encargue de cuidar a la persona mayor que necesita soporte diario.

Otro factor evidente es la esperanza de vida. Nunca en la historia se había vivido tantos años en nuestro país ni en ninguno de alrededor o de otras partes del mundo. Y claro, esta longevidad conlleva que, al llegar a la vejez, la persona mayor necesita cuidados durante más tiempo. No podemos olvidar tampoco que durante muchos años se consideraba a los llamados asilos como lugar de aislamiento y abandono, en donde iban aquellas personas sin recursos o las que no tenían a familiares que les cuidaran.

Imagen ilustrativa ejemplo sentimiento de culpa

A parte de estos factores, que considero como algo objetivo, existen otros factores emocionales. Me explico. Todos entendemos que la situación ha cambiado y que llevar una vida laboral y familiar, puede chocar con dedicar a la persona mayor el tiempo que se merece para ser cuidada. Aun así, nos cuesta. Queremos llegar a todo e incluso más. Y esto a la larga, no es posible sin explotar. No es posible querer estar centrados en el trabajo cuando trabajamos, en la familia cuando estamos con la familia, dedicar tiempo a la organización de nuestro hogar, dedicarnos tiempo a nosotros mismos y encima cuidar a un familiar en situación de dependencia.

El sentimiento de culpa aparece cuando se produce un choque entre el modelo ideal de conducta que marca lo que deberíamos hacer (pensamiento) y lo que acabamos haciendo realmente. Sentimos que estamos traicionando a nuestro familiar o que deberíamos haber continuado cuidándolo por más tiempo. También puede suceder que en el momento del ingreso la persona mayor manifieste su enfado e incluso nos llegue a decir que le estamos abandonando o cómo le podemos hacer eso, o que use algún otro chantaje emocional

Es por eso que, en el momento del ingreso de nuestro familiar en la residencia nos aparece este sentimiento de culpa. Un sentimiento de culpa que puede acompañarnos durante varios, días, semanas y hasta algunos meses. Esto se traduce en la posibilidad de que esa persona vaya a la residencia a visitar a su familiar de forma muy repetitiva para comprobar que se encuentra bien, si está a gusto, y demostrar preocupación excesiva hacia él/ella. También se dan los casos en que exteriorizamos este sentimiento de culpa en forma de una alta exigencia hacía las auxiliares de la residencia o la directora, o que tengamos expectativas equivocadas de este tipo de servicio. Lo que se está produciendo es una situación de cambio, como cuando empezamos un trabajo nuevo o nos mudamos de piso. Al principio siempre estamos intranquilos, alerta, y hasta vemos problemas en cosas que luego nos dan igual

4 consejos en los primeros días en una residencia de mayores

Aprovechemos el hecho que durante los últimos años los servicios de atención gerontológica han evolucionado mucho. Es decir, si tenemos la opción de que personas que han recibido una formación profesional para cuidar a otras personas en las etapas de la vida en las que son más dependientes, es bueno que saquemos partido de este recurso. Además, no podemos olvidar que las residencias disponen de protocolos de ingreso, acogida y adaptación pensados para dar el soporte, integración y acompañamiento necesarios tanto a los nuevos resident@s como a sus familiares.

Es habitual que, con el tiempo, este sentimiento de culpa vaya desapareciendo, por el hecho de que todas las partes implicadas vayamos interiorizando esta nueva situación. En este momento lo que toca es buscar el equilibrio. Si antes queríamos seguir cuidando a la persona mayor aun estando en la residencia porque así lo necesitábamos para sentirnos mejor e íbamos a menudo a visitarla, que una vez todo esté normalizado, no hagamos que las visitas, nuestro cariño y preocupación hacía nuestro ser querido vaya a menos. Sigamos manteniendo visitas periódicas, tengamos buenas charlas en las que le preguntamos como están, como ha ido el día, que le apetece hacer, propongámosle un plan fuera de la residencia, hablando de recuerdos pasados bonitos, charlemos sobre sobre anécdotas etc.

En definitiva, dediquemos el tiempo del que dispongamos a pasar tiempo de calidad con nuestro familiar. Algo que por cierto, es especialmente importante en estas fechas navideñas.

Carles Reixach, trabajador social y gerontólogo.

Comentarios cerrados.