La red natural de apoyo a las personas mayores es la familia

Según la mayoría de los estudios publicados sobre calidad de vida en la tercera edad, casi la mitad de estas personas mayores consideran que sus hijos son la principal y más importante ayuda. Es pues importante conocer las dificultades y necesidades que pueden tener las personas que tienen familiares mayores a su cargo, no siempre necesariamente viviendo con ellos, pero sí velando por su bienestar.

La familia es el elemento clave en el cuidado a personas mayores

La familia es, en muchos los casos, la encargada directa de cuidar de las necesidades de mayores con problemas de salud o con dependencia en su autonomía. Y dentro de la familia, es abrumadora la figura de la mujer (hija, esposa, nuera, nieta…) como cuidadora principal o única.

Para las personas mayores, y más si hay algún grado de dependencia, es fundamental el hecho de contar con una persona de referencia que sea relevante en su relación afectiva y a la que pueda acudir en caso de necesidad y esta circunstancia vale tanto si están en su casa, en la de un familiar o en una residencia de la tercera edad. La familia es la estructura social donde la mayoría de las personas, sobre todo las ancianas, fundamentan sus relaciones, sienten arraigo y refuerzan su autoestima y confianza.

A medida que la vida avanza las relaciones cambian, los padres proveedores son los que ahora necesitan ayuda, aparecen nuevas generaciones, vienen o se van algunas personas… Circunstancias normales que cuando se unen pueden generar conflictos: la casa se queda pequeña o no puede adaptarse a las nuevas necesidades, los jóvenes están muy ocupados o aumentan las cargas económicas. Si además se suman problemas de salud física, desorientación o fallos de memoria en las personas a cargo suele aumentar la sensación de impotencia, frustración o estrés en las personas cuidadoras.

Es necesario cuidar a las personas mayores y a quienes son su soporte, aliviarles la carga física y emocional y apoyarles en las decisiones que tomen. Para ellos podemos desarrollar varias estrategias:

La primera es apoyando a la propia persona mayor, ayudándole a aceptar nuevas situaciones o limitaciones, a descubrir las ventajas del ocio y tiempo libre, aumentar su autoestima valorándola, escuchándola y cuidando su salud.

En segundo lugar se puede ayudar a las familias y cuidadores proporcionándoles información y herramientas que faciliten el cuidado de la persona a cargo: formar sobre la evolución física de la persona atendida, cómo ayudarla a la vez que se fomentan sus capacidades, estrategias sobre cuidados físicos directos y, por otro lado, ofrecer ayuda social y apoyo psicológico.

En cuanto ayuda social es necesario conocer los recursos de los que se dispone y la forma de acceder a ellos: desde una ayuda para movilidad, atención domiciliaria, descuentos en transportes y museos o estancias temporales o permanentes en residencias geriátricas a, por supuesto, todos los trámites e implicaciones que suponen la petición de grado de dependencia, ayudas económicas o exenciones fiscales, ayudas para adaptaciones de la vivienda, etc.

Para la ayuda psicológica a la personas cuidadoras, estas pueden y deben apoyarse en las ayudas de los servicios sociales que apoyan en el aseo, cuidado, paseos o visitas al médico. Esto les aliviará tanto del trabajo físico que supone, como proporcionará tranquilidad dejar en manos de profesionales tareas que para alguien que no está acostumbrado pueden ser complicadas.

También es muy importante que las personas cuidadoras hablen con familias con problemática similar, seguro que se sentirán acompañadas y compartirán información útil y recursos.

Sea en su casa, en la de un familiar o en una residencia de la tercera edad, la familia cuidadora velará por el bienestar de la persona y será la red de apoyo natural que necesita para tener una vida lo más plena posible.