Discapacidad intelectual y envejecimiento

Discapacidad intelectual y envejecimiento

Las personas mayores con discapacidad intelectual son un colectivo escondido. No aparecen en ninguna campaña solidaria, ni se habla de ellas cuando se habla de la dependencia en la tercera edad, ni se contemplan sus necesidades en el proceso de envejecimiento.

Sí solemos ver en las campañas de solidaridad o en las peticiones vía redes sociales a niños con discapacidad intelectual, que se usan para enternecer las conciencias o conseguir fondos para un fin determinado.

Lo cierto es que cuando se hacen mayores las personas con discapacidad intelectual desaparecen de los medios y aparentemente de los planes de las administraciones, como si el hecho biológico de cumplir años con ellos no sucediera. Sin embargo, como el resto de la población, son niños la menor parte de su vida, y el resto son adultos, con necesidades muy variadas, pero adultos y luego ancianos.

Hay varios saltos en el vacío en la vida de las personas con discapacidad intelectual. El primero es cuando se escolariza, se pasa de la atención temprana, individual, a un aula con compañeros. En esta etapa se dispone de apoyos como son los profesores especializados, psicólogos, logopedas, fisioterapeutas… El segundo se da cuando se cumplen los 21 años. Se acaba la edad escolar y con ella en gran medida los apoyos, en la creencia de que ya no pueden hacer nada o aprender más. Dependiendo del grado de discapacidad accederán a un empleo con apoyo, a un centro especial de empleo o a un centro de día. Las personas pasan de estar dos o tres profesionales con 5 niños a estar 15 adultos con un cuidador. Luego llega la jubilación. Y entonces, el salto al vacío final. La administración contempla el modelo residencia más centro de día, cuando este acaba pues se llega a los 65 años, la persona debe pasar a una residencia para mayores.

En algunos de estos casos, las personas están institucionalizadas desde edades muy tempranas por lo que cambiar de entorno y apoyos puede ser un quebranto considerable en su vida.

En los casos en los que las personas envejecen con sus familias, se llega a edades donde las personas con discapacidad intelectual, que aumentan su dependencia al cumplir años, viven con sus padres, que a su vez son también dependientes: adultos de 60 años que viven con padres de más de 80 son casos extremos pero, por desgracia, no infrecuentes. Y cuando los padres fallecen se unen dos traumas, el de la pérdida de los padres y el del cambio radical de vida hacia lo que se desconoce y, a menudo no se comprende.

Personas con discapacidad intelectual que se hacen mayores

Las personas con discapacidad intelectual envejecen y sus necesidades cambian.

Las personas con discapacidad intelectual tienen derecho a ser tratadas con dignidad durante toda su vida, cuando son niños como niños, cuando son adultos como adultos y cuando envejecen, con la consideración y respeto que se merece cualquier otra persona en la tercera edad.

Su problemas son mayores, de hecho su envejecimiento suele ser más acelerado, no son raros los casos de personas con discapacidad intelectual que desarrollan alzhéimer con 35 años. También su unen problemas físicos asociados, trastornos de conducta que se incrementan al desaparecer los apoyos y a medida que se cumplen años suelen aparecen otras enfermedades o trastornos que alteran el comportamiento, las capacidades o el sueño.

Desgraciadamente, además, hay un concepto extendido de que las personas con discapacidad intelectual no son más que una carga para el estado, que con tenerlos aparcados es suficiente. No son valiosas. No es cierto, y es una cuestión de derechos fundamentales. Lo mismo que nosotros no escogeríamos nunca hacer trabajos rutinarios y poco reales como ensartar cuentas durante 40 años, ni nos gustaría compartir habitación con quien otro nos asignara, ni vivir siempre con un mismo horario, ni con un ocio programado ni, cuando seamos mayores, que nos envíen a un sitio desconocido con personas que no he visto nunca ni saben de mí, a ellos tampoco. ¿Por qué lo que no deseamos para nosotros lo damos por bueno para ellos? 

Debemos preguntarles. Muchos nos dan su opinión, de forma espontánea o a través de los llamados «grupos de autogestores», donde trabajan y expresan sus deseos. Con los apoyos adecuados, todos, incluso los que tienen más dificultades, pueden decirnos cómo quieren pasar los últimos años de su vida. Nuestra obligación, como sociedad, es respetar, en la medida de lo posible, sus decisiones, trabajar por una sociedad más justa e igualitaria para todos, incluidas ellas, las personas mayores con discapacidad intelectual, uno de los colectivos más invisibles y, a la vez, más vulnerables de todos.

La imagen corresponde a un anuncio de unas conferencias organizadas por FEAPS en 2014 sobre el tema

Enlaces de interés:

http://www.feaps.org/biblioteca/calida_vejez/capitulo_02.pdf

http://www.feaps.org/biblioteca/libros/coleccion_tex5.htm

http://www.feaps.org/biblioteca/calida_vejez/capitulo_03.pdf

http://www.feaps.org

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