Qué hacer y no hacer para asegurarse la mejor experiencia posible en una residencia geriátrica.
- Publicado por Josep de Martí
- Posted on agosto 29, 2016
- Envejecimiento, geriátricas, residencias
- 1 comentario.
Para casi todo el mundo tomar la decisión de ir a vivir a una residencia geriátrica o llevar a un ser querido a una resulta difícil.
Como el ingreso sucede en una base avanzada de la vida en muchos casos surgen o reaparecen problemas que han estado latentes dentro de la familia.
Hay que tener esto en cuenta y afrontar el ingreso como algo lo más normal posible intentando potenciar algunos comportamiento y evitando otros.
Evitar promesas innecesarias. Es imprudente prometer a un ser querido que «nunca te llevaré a una residencia de ancianos.» Las residencias son recursos necesarios para menos de un 5% de personas mayores. No son “almacenes” ni “lugares de abandono” por lo que prometer que nunca se utilizarán sería como prometer “nunca te llevaré al hospital”. El sustituto correcto a este tipo de palabras ería: «Voy a hacer todo lo razonablemente posible para ayudarle a permanecer en casa», «No importa lo que pase, siempre estaré ahí por ti», y «lo que haga, lo haré por amor.»
Es bueno buscar residencia cuando todavía la necesidad no es extremadamente urgente. Por ejemplo, utilizando el buscador y comparador de residencias de Inforesidencias.com y valorando los indicadores de transparencia de cada residencia a la que llamemos o que visitemos. Incluso si usted no tiene intención de ingresar asu ser querido en una residencia de ancianos, tampoco querrá, llegado el caso tener que tomar una decisión a contra reloj sabiendo que tiene pocos días porque se va a producir, por ejemplo, una alta hospitalaria . Visitar junto a la persona mayor querida algunas residencias con antelación puede ser además una forma de desdramatizar la imagen preconcebida que tanga de lo que es este tipo de establecimiento.
No “envenenar la experiencia” antes de que suceda. O sea, vale la pena ir cambiando de mentalidad sobre lo que son las residencias. A veces, sin darnos cuenta consolidamos una imagen negativa de lo que son las residencias de mayores. Habría que intentar verlas como lo que son: un sustituto del hogar para personas mayores que necesitan unos cuidados y atenciones que difícilmente pueden ser prestados en casa. Si en vez de decir “pobre Encarnita, con tres hijas y viviendo en una residencia”, decimos “Qué suerte tiene Encarnita, ha conseguido plaza en una residencia muy buena” o “Qué suerte, ahora Encarnita puede saber que está cuidada sin depender de sus hijos”, la cosa cambia. Las palabras tienen mucha fuerza y en una sociedad que envejece mucho, recibir los servicios de una residencia tiene que ser algo que se valore. Por eso, vale la pena, encontrar cosas positivas y tranquilizadoras que decir, y asegurarse de que se comparten.
Hay que planificar la transición lo mejor posible. No hay mejor forma de recibir ayuda que dejarse ayudar. Por eso, ante la posibilidad de tener que ingresar, uno mismo o a un familiar en una residencia, conviene hablar con nuestro médico, la trabajadora o trabajador social que nos corresponda, alguna asociación de familiares de Alzheimer (si sufre esa afección) y con personas cercanas que sepamos han vivido una situación similar. Cuanta más información tengamos, mejor estaremos preparados para el cambio que va a afrontar nuestra vida.
No hay que fijarse solo en cosas superficiales cuando se elija una residencia. El vestíbulo y la decoración son importantes pero hay cosas que lo son mucho más. Es necesario tomar tiempo e intentar saber cosas como cuánto personal trabaja en el centro, qué perfil profesional tiene, si podremos hablar fácilmente con la dirección o cosas por el estilo. Por suerte, las residencias transparentes comparten estos datos en internet de forma que pueden ser comparadas en portales como Inforesidencias.com
Hay que implicar a la persona mayor en el proceso de decisión al máximo. Muchas familias, con el ánimo de proteger a su ser querido y de quitarle preocupaciones, hacen todos los pasos previos al ingreso teniendo en cuenta los gustos y necesidades del mayor pero sin preguntarle o hacerle participar. A veces, el hecho de que sepamos que un familiar mayor va a resistirse y oponerse a la idea de ingresar en una residencia, incluso cuando es la mejor opción, hace que le apartemos del proceso de búsqueda dejando el “enfrentamiento con la realidad” para el final. Si hablamos con otras familias que han pasado por esta vivencia veremos que, casi siempre, lo mejor es que la persona, dentro de sus limitaciones si sufre deterioro cognitivo, participe.
No tengas miedo de hablar. Es lógico que pensemos que nadie va a cuidar a nuestra madre como lo haríamos nosotros. También lo es que debemos tener expectativas razonables sobre lo que puede y no puede hacer una residencia. Teniendo esto en cuenta, cuando pensemos que algo no funciona como debiera, no hay que temer el exponer nuestras reservas e incluso quejas. Lo correcto es que nos informemos de cómo se tramitan las sugerencias y reclamaciones y utilicemos el conducto adecuado para que lo que digamos sirva para mejorar el servicio.
Podemos llevar un trozo de «casa» a la residencia. Para disminuir el sentimiento de ruptura que puede aparecer al cambiar de domicilio cuando se es muy mayor, muchas residencias permiten, e incluso incentivan, que las personas puedan personalizar su habitación con objetos que sean significativos. Hay que aprovechar al máximo esta oportunidad y hacer participar al familiar en qué cosas quiere tener en su nueva casa. A veces objetos que le vinculen a un pasado lejano pueden tener una función muy positiva ya que pueden actuar como anclas que le vinculan a su vida.
Visitar con frecuencia, y variar los días y horas de sus visitas. Cuanta mayor es la presencia de la familia de un residente en la residencia mayor será la percepción tanto del mayor como de la familia de que se recibe una buena atención. La lógica es simple: cuanto más se demuestra que le importa, y cuanto más a menudo se lo enseñas, más probable es que su actitud va a ser compartida por el personal de cuidados. Si vas en diferentes horas y días acabarás confirmando la sensación de que siempre se presta un servicio correcto.
Mostrar agradecimiento al personal de la residencia. Las personas que trabajan en residencias tienen un trabajo difícil ya que, por muy bien que lo hagan, las personas mayores ven su estado deteriorarse. Son profesionales y reciben su salario pero eso no les hace ser menos personas por lo que, como a todo el mundo, les gusta recibir gestos de apoyo y palabras cálidas. Todos sabemos quejarnos cuando algo no sale como esperamos pero a veces resulta más positivo para todos, incluído nuestro ser querido, dirigir unas palabras de apoyo a quien le cuida.
Esto son sólo algunas ideas ¿Tienes alguna más? ¿Quieres compartir tu experiencia? Escríbenos y la publicaremos en el blog.
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Me ha gustado mucho el punto de vista. Así es y así debería ser.