Discriminación por edad también en Hollywood 

La discriminación edad  o «por razón de edad» también se da en la mayoría de profesiones. Una de ellas, la de actor, es particularmente llamativa en la industria del cine y, como sucede casi siempre, se ceba en las mujeres.

Los actores de más de 60 se sienten tan discriminados que pidieron que sus fechas de nacimiento se eliminen de los sitios web para colaborar a que no sean marginados de nuevos proyectos cinematográficos.

Para evitar esta discriminación en el estado de California se ha elaborado una ley que permite eliminar la fecha de nacimiento de los listados y bases de datos profesionales.

La clave es el público y la industria que se retroalimentan cuando el primero pide y la segunda ofrece y al revés, pues caras nuevas, jóvenes y se aparta a los actores (sobre todo a las actrices) veteranos.

La realidad muestra que en las 100 películas más taquilleras en Estados Unidos de 2015 solo el 11 % de sus personajes tenía 60 o más años, mientras que en ese país esa franja de edad supone el 18,5% de la población. Esto plantea un problema de representación, es decir, franjas de edad, la que corresponde a la adolescencia prolongada o a la juventud hasta que los signos de la edad ya delatan el paso de los años, mientras que otras, como la tercera edad está por debajo de su peso social real. Hablando de manera sencilla la representación social en el cine y la televisión confirma las quejas de quienes reclaman que haya roles e historias para actores de todas las edades y no solo para los jóvenes.

Stacy L. Smith, profesora de la Escuela Annenberg de Periodismo y Comunicación de la Universidad del Sur de California (USC) publicó en septiembre un trabajo de investigación en el que se demostraba la falta de papeles de personas en edades avanzadas, lo que podría ser visto como un claro caso de discriminación por edad..

Es más, el trabajo señalaba que de las 57 películas que sí contaron con algún rol protagonista o secundario de más de 60 años, 30 de ellas presentaban comentarios despectivos hacia ellos al definirlos como «una reliquia», «una señora frágil» o «un señor senil», entre otros calificativos. Es decir, en palabras de la profesora: «Las personas de la tercera edad raramente se ven en pantalla y, cuando aparecen, son ridiculizadas», y no solo eso, sino que se fomentan estereotipos como los de que no se enteran de la actualidad, que tienen problemas para recordar las cosas, que están atrasados y se lían con las nuevas tecnologías y eso da mucha risa, que su misión es velar por sus nietos, ellas hacen repostería para su familia…

Otro estudio de los economistas Robert Fleck y Andrew Hanssen examinó películas desde el cine mudo hasta la actualidad que recoge que las mujeres tienen más papeles protagonistas en el cine hasta que tienen casi 30 años, mientras que a partir de esa edad dominan los roles estelares masculinos.

Estamos ante una sociedad que penaliza un hecho biológico insoslayable y que se ceba de manera particularmente cruel con las mujeres, que primero protagonizan jovencitas en abundancia, luego madres, pocas y en papeles secundarios y por último abuelas en casos excepcionales y a menudo como contrapuntos graciosos o chuscos, y nunca como profesionales maduras de éxito o ancianas venerables con logros vitales que vayan más allá de cuidar a los nietos.

La cuestión clave es que se tenga que ocultar la edad para seguir trabajando, como si fuera una tara o algo vergonzoso. En vez de promover leyes que sanciones a quienes discriminen por edad se propone que se pueda ocultar la edad, es invertir la carga de la prueba, como cuando se pide a una víctima de violencia que demuestre que se opuso lo suficiente o culpar a quien sufre un robo en la calle por llevar un bolso.

La sociedad en su conjunto debería reflexionar sobre estos modelos que parecen cada vez más asentados. Lo mismo que los pocos años y la belleza juvenil tienen una serie de valores y enseñanzas, la madurez, su belleza, la sabiduría y la experiencia vivida tienen que tener un hueco en las manifestaciones artísticas. En literatura y otras artes, esta discriminación por edad parece no existir (por género, por desgracia, se evidencia de manera continuada), pero en las artes escénicas, la poca visibilidad se une a la oferta de esa visibilidad que relega muchas veces a papeles de acompañamiento que no aportan mucha dignidad al colectivo de personas mayores.

Por supuesto que hay excepciones, y a menudo con grandes películas o piezas teatrales, o grandes actores, pocas actrices, con una larga y prestigiosa carrera que siguen trabajando o dirigiendo películas, pero el simple hecho de que hablemos de ellas para remarcar que existen ya muestra la anomalía, pues pone en primer término su excepcionalidad.

En un entorno donde la tercera edad es cada vez más un sector más amplio de la población, donde el envejecimiento y aumento de la longevidad es imparable, resulta muy preocupante la ocultación social de  las personas mayores, de las que el cine es solo un reflejo. Y, por otro lado, cuando esa realidad se pone de manifiesto, son pocas las películas que pongan en valor la trayectoria, dignidad, belleza, opiniones, contradicciones, etc.  Es más, en muchas ocasiones, cuando un largometraje pone el objetivo sobre una residencia para personas mayores, los residentes, los empleados y las situaciones que suceden en el geriátrico se plantean de una forma que parece irreal a cualquiera que conozca el verdadero funcionamiento de una residencia geriátrica.

En definitiva, debemos luchar para que las manifestaciones artísticas no fomenten los ideales que asocian juventud con belleza, historias interesantes con atractivos señores de menos de cincuenta años o amores apasionados que ocurren siempre antes de los treinta. La lucha por un mundo más justo está en gran parte en que no se perpetúen valores que asocian virtud con juventud y masculino, belleza con juventud y femenino. Las sociedades son más justas cuanto más diversas y donde cualquiera, sea cual sea su sexo, raza o edad se sienta representado en igualdad de condiciones que los demás.

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