Llega la revolución gerontológica

Una bonita reflexión de Leandro Pavón que nos llega desde Buenos Aires en la que, entre otras cosas nos habla de la revolución gerontológica, un interesante concepto.  Gracias Leandro.

Así como siempre sostuve que quienes somos comienza antes de nuestro nacimiento, con la vida de nuestros padres, ésta historia me hizo pensar que la clase de personas que seremos de mayores se gesta durante el resto de nuestras etapas anteriores. Cada cosa que no hacemos nos pasa factura y es la segunda oportunidad que se nos da de saldar cuentas con nosotros mismos.

Todos sentimos que poseemos virtudes que no desarrollamos. Luis Alberto Spinetta cantaba con su banda Invisible en 1974: “Lo que está y no se usa nos fulminará”. Un ser humano tiene muchas necesidades, una vez cubiertas las materiales es menester ocuparse de las espirituales, la pasión que nos mueve, que nos hace a veces obrar por fuera de la razón establecida. A veces no son otra cosa que un hobby de la infancia, que por algún error del destino dejamos de lado como algo infantil ya superado…bueno, la vida es una sola, extensa y variada línea que puede tener diferentes formas dependiendo la persona, pero inevitablemente algo las emparenta a todas, es homogénea, es una sola y cualquiera de sus partes se afecta y relaciona entre sí. Conviven al mismo tiempo y aunque no lo sepamos de chicos ya está presente el adulto que seremos, en potencia al menos, y de adultos ya está presente el niño.

Hay que desarrollar estos dones, compartirlos con los demás y no haremos otra cosa que desarrollarnos así nosotros, es de adultos cuando nos es regresado uno de los obsequios más preciados del hombre, que supimos tener de niños sin valorarlo: “el tiempo”, para ser usado ahora con toda la experiencia y sabiduría que recogimos.

Me gusta llamarlo Revolución Gerontológica, porque incluye a todas las partes de la vida, todos debemos aprender de los adultos que a diferencia de los de antaño, siguen activos, descubriendo cosas nuevas y del mejor modo, que no es cuando les es impuesto por un coordinador, sino por ellos y su voluntad propia. Son ellos quienes lo descubren, o mejor dicho “redescubren”, ya que siempre lo han llevado con ellos adentro. Algunos sospechando, otros con la certeza de su existencia.

Aún se palpan vestigios de prejuicios acerca de que la edad apropiada para hacer ciertas actividades, y justamente me parece que apelando a la infancia, cuando todo parecía posible y nada era “inapropiado”, junto a la experiencia ganada y todo lo aprendido, se puede alcanzar una especie de síntesis.

manos de ancianosA la realidad la define uno, olvidamos que las reglas fueron creadas en un momento y que en la época anterior a ellas nada era tan dado por sentado, es bueno apartarse para observar en perspectiva, cuando en el geriátrico los dejaron a Esteban y Libertad casarse el hecho de convivir era algo que no estaba contemplado en las reglas, pero se tuvo el sentido adecuado para percibir el momento en el cual apartarse de ellas iba a ser provechoso.

El sexo, como todo, esta culturalmente procesado, enmarcado en el ideal de una época y de lo socialmente aceptable. Encontrándonos entonces con límites temporales y geográficos. El incesto es un tema tabú en el mundo occidental, pero no en ciertas regiones de la Polinesia. El hecho es que existe una negación o rechazo a la imagen erótica de la vejez, tanto por parte del propio sujeto como del otro.

El culto a la juventud proviene de la herencia griega y romana donde el momento oportuno para el erotismo era la juventud de la mano de cierta concepción de la armonía estética. Testimonio de esto son las esculturas y pinturas dedicadas casi con exclusividad a privilegiar esta etapa.

La cultura china y algunos sectores de África en cambio, poseen una concepción distinta de la vejez, rescatando su belleza. Nuevamente nos topamos con la diversidad tanto en medidas geográficas como las temporales.

Desde una perspectiva psicológica más profunda, está en juego la reevaluación del yo, la mirada del otro cambia y también la percepción que tenemos de nosotros mismos, tan co dependiente de lo que genera en los demás. Así como la ciencia está en continuo movimiento, la sexualidad muta, se adapta, cambia, es una fuerza social que es independiente a nosotros, aunque formemos parte.

Antiguamente se creía y hasta esperaba, que el deseo sexual desapareciese con la edad, y si así no lo hacía se consideraba un comportamiento enfermo, al margen de lo socialmente aceptable. Hoy en día el imaginario social se ha abierto y existen multiplicidad de variables aceptadas. En parte gracias al biólogo Alfred Kinsey, quien en 1948 publicó su libro “El comportamiento sexual del hombre”, para realizarlo entrevistó algunas personas acerca de los aspectos íntimos de sus vidas, revalorizando la estadística como disciplina y desarrollando un método para hacerles superar sus miedos y sentido de culpabilidad. Tuvo gran repercusión en la puritana sociedad norteamericana, aunque no exento de polémica a cargo de sus detractores. Pero su legado, además de ser considerado el padre de la revolución sexual de la década del ’60, fue abrir el debate de un tema tan natural como la vida misma, y sentar el precedente de considerar a la sexualidad como objeto de estudio, independizándola como lo habían hecho antes las ciencias sociales de la física.

Lo novedoso del aporte de Kinsey fue que comenzó los estudios gerontológicos desde la juventud, cuando culmina la formación y empieza la declinación, desde el punto de vista biológico. Todo el asunto es entonces una sucesión de ciclos, y cuando empieza uno no hace otra cosa que comenzar otro.

Hay tres grandes pensadores cuyo aporte al tema es ineludible, para Freud, las pulsiones eran contenidas por tres grandes causas, la híper potencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo, y la insuficiencia de las normas que regulan a los seres humanos. Éste último es la naturaleza psíquica, la cultura, que nos impone restricciones y el sentimiento de culpa a quien la transgrede. Así mismo ella está sujeta a los cuerpos, lo cual nos retrotrae a Foucault, para quien los dispositivos de poder se articulan directamente en el cuerpo, procesos fisiológicos, gustos, emociones, fenómenos en apariencia distanciados entre sí como la estética, la medicina, la publicidad o el cine y su influencia en las normas culturales que promueven el consumo y la búsqueda del atractivo físico.

El filósofo francés advierte acerca de qué manera las concepciones de belleza física y consumo se tornan cada vez más influyentes en un proceso de naturalización que se vuelve cada vez más invisible. Para él el cuerpo es un texto donde se escribe la realidad social.

Para Lacan en cambio la sexualidad no tiene edad, porque no está sujeta en exclusividad al área genital. Estudiando el derrotero a través del tiempo y de las diversas corrientes de pensamiento en cada época se evidencia como lo que de verdad nos libera es la conciencia, la propia tanto como la ajena, conciencia de nosotros como seres humanos, mortales y mutables, conciencia de la mirada de los otros como sociedad, conscientes de la época que vivimos.

El cine, reflejando siempre los cambios sociales, nos brinda ejemplos de cómo mutan las miradas. En el film “Sesso matto” (1973) de Dino Risi, al personaje de Giancarlo Giannini le gustaba otra mujer, su esposa sospecha y lo sigue. Luego de un tiempo de hacerlo llega a la conclusión de que esa mujer es la madre de ella, que se arreglaba muy bien, pero resulta que era su abuela. Lo que en los ’70 era tomado (con mucha naturalidad y desparpajo) como una perversión graciosa, cambia en el nuevo milenio, donde en la película “Lejos de ella” (2006) son abordados muy distintos temas como las enfermedades y el amor en la adultez. El personaje de la actriz inglesa Julie Christie padece Alzheimer, siendo entonces internada y alejada de su marido, hallando un nuevo amor en el instituto, aún viva y buscando pasiones, desatando un torbellino de emociones que no suelen asociarse a esa etapa anteriormente definida por el recogimiento y la reflexión contemplativa.

Sólo envejecemos cuando queremos hacerlo. En nosotros está la decisión, ésa conciencia adquirida es la que nos otorgaría el “envejecimiento pleno”. Que siga habiendo retos, cosas que nos motiven y sentir que ese momento tiene validez propia, que es tan bueno como cualquier otro. No hay que confundir depresión con tristeza. Si algunos ancianos están tristes, no es un estado crónico o endémico sino que es producido por la soledad, porque falleció su pareja, sus hijos se han ido y están lejos o no se frecuentan por otras razones, la compañía de otra gente con quien compartir cosas es entonces fundamental para seguir activo y vital.

El término “red social” existía aún mucho antes de internet y estaba en el barrio, en los amigos, un espejo donde observarnos que nos recuerde lo mejor de nosotros y ayude a seguir adelante.

Incluso los problemas físicos pueden ser asumidos como límites para superar, se trata de un cambio mental en el abordaje de la nueva situación, así como en la infancia había límites de otra clase y supimos sortear, en definitiva, vivir pleno es no restar, sino sumar.

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