El coste de ser un anciano japonés

Japón es un país envejecido que en muchas ocasiones se convierte en paradigma de los retos a los que se enfrenta la población del resto del mundo y al que España debe estar muy atenta, no en vano, tras los nipones somos el segundo país en el mundo con mayor esperanza de vida.

En Japón se está produciendo un inquietante fenómeno y es el del aumento de los hurtos entre las personas mayores de 60 años, que en solo una década han aumentado casi el doble en esa franja de edad y llega al 40 % del total de los cometidos.El gran problema es que no se trata de personas con vocación de ladrones, sino que viven en tal estado de precariedad que deciden cometer pequeños hurtos de manera reiterada con el fin de que les metan en la cárcel y así asegurarse, al menos durante el tiempo que dure la condena, un techo, comida, calefacción, asistencia social y sanitaria y, sobre todo, no estar solos.

El sistema se lo permite, pues por un hurto de 200 yenes (1,4 euros), lo que costaría un zumo pequeño, se puede condenar con hasta dos años de prisión y cinco si son reincidentes, por que los ancianos que salen vuelven a cometer otro pequeño hurto y se aseguran una buena temporada bajo techo.

La causa de que tantas personas mayores en Japón estén en situación de pobreza es que la pensión que reciben es insuficiente para cubrir los gastos medios. Según información que proporciona el sistema nacional de pensiones japonés, cada jubilado recibe una prestación anual de 780 000 yenes, unos 5864 euros. Si se trata de una pareja y uno de los dos fallece, la cantidad sube a poco más de un millón de yenes; si se tienen en cuanta los gastos anuales, es una cantidad insuficiente, pues el coste de vida para una persona jubilada que vive sola se calcula que es de 1.003.000 yenes al año. Además, el 81 % de las empresas japonesas establecen el retiro obligatorio a los 60 años, una edad muy joven teniendo en cuenta la esperanza de vida que se tiene por delante y los costes que suponen para el estado que aumenten os años de prestación, por lo que aunque muchas personas deseen trabajar más años para completar sus ingresos y porque se sienten con capacidad y salud, no lo tienen fácil.

anciano japones

Otra circunstancia que hace que la vejez sea más penosa en que casi dos de cada diez personas mayores japonesas viven solas. Las previsiones dibujan para en año 2060 un país en el que el 40 % de su población tendrá más de 65 años, según datos oficiales. Se trata de una combinación perversa: pensión insuficiente, edad de jubilación temprana y soledad. La salida para no acabar en la calle o con la luz y el gas cortados por falta de pago, es vivir en la cárcel. La progresión ha sido espectacular. En 1990, los crímenes cometidos por los japoneses mayores de 60 años no llegaba ni al 5 % respecto del total, en la actualidad, el porcentaje, ha superado los 20 puntos. Es decir, se ha incrementado en un 450 % la tasa de delitos cometidos por personas de esta franja de edad, según datos de la Policía, casi cuatro de cada diez hurtos cometidos en tiendas son perpetrados por ancianos, lo que supone el doble que hace de una década.

El aumento de población mayor en las cárceles ha creado además el curioso efecto de convertir las cárceles en geriátricos, con las consecuencias económicas y organizativas que esto supone. Actualmente, hay más de 4000 japoneses de más de 60 años en prisión, lo que supone el colectivo mayor de la población reclusa, un 15 %, que además va en aumento mientras que los otros van disminuyendo.

La sociedad debe reflexionar acerca de este tema tan serio y preocupante. Se trata de que a las personas mayores se les empuja a cometer delitos para poder subsistir de manera digna ¡en la cárcel! La perversión de los valores que esto conlleva debería hacer que se plantearan de manera inmediata acciones que modificaran de manera radical las condiciones de vida de las personas mayores y las sacaran del mundo de marginalidad que se les ha impuesto.

Que la pirámide poblacional esté invertida y la población joven y en edad de trabajar y sostener el sistema no sea suficiente es un desafío de gran calado al que, por lo que estamos viendo en las medidas que se toman, no se está respondiendo con políticas e inversiones planificadas a largo plazo, sino que se van poniendo parches para ir trampeando la situación, como habilitar plazas residenciales cuando la lista de espera es insoportable y escandalosa, planificar acciones de envejecimiento activo cuando ya los posibles beneficiarios presentan gran deterioro y no han tenido opciones en el momento adecuado, considerar a los futuros pensionistas como una carga y en vez de proponer medidas para estimular el complemento de las pensiones o su mantenimiento según el coste vida hacer lo contrario, como rebajar cotizaciones para que sean cada vez más precarias, etc.

Una visión cortoplacista de ir apañando el momento presente que creará graves problemas en el futuro, si no se planifican de manera adecuada y con perspectiva real los servicios sociosanitarios que se precisarán. No debemos pensar que estas cuestiones nos son ajenas o lejanas. El progresivo empobrecimiento de las personas mayores en el España debido a que las pensiones no se revalorizan con el coste de la vida y a las rebajas de las cotizaciones de los trabajadores actuales que les abocan sin remedio a prestaciones menores debe hacer saltar las alarmas y empezar a revertir situaciones que en el futuro sean tan graves como la descrita en Japón.

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