El envejecimiento activo como concepto de calidad de vida

Se observa de unos ya unos años que el concepto «envejecimiento activo» es una de los más repetidos por parte de administraciones, instancias sanitarias, servicios sociales o entidades y empresas que se dedican a prestar servicios para la tercera edad como residencias geriátricas, centros de día, centros de rehabilitación, etc. Incluso es clave cuando se ofrecen cursos para universidad de mayores o excursiones del IMSERSO. Es un reclamo publicitario, y en este caso no es engañoso, sino todo lo contrario, que une bienestar y mantenimiento de la actividad y de un estado físico y mental saludable.

Ahora bien, ¿qué es exactamente el envejecimiento activo y en qué afecta de manera real a la vida de las personas? En muchas ocasiones, da la impresión que desde las administraciones, sobre todo, se trata de publicitar acciones dirigidas a un segmento cada vez mayor de votantes y no de una estrategia real, planificada, sostenida en el tiempo y con objetivos cuantificables que permita un aumento de la calidad de vida de las personas mayores.

Una reflexión que sería fundamental plantearse es que programar acciones más o menos lúdicas que ofrecen ocupar el tiempo es en sí mismo ya un beneficio, pues todo lo que proporciona satisfacción personal contribuye al bienestar de la persona. Sin embargo, eso no es suficiente, o no debería ser considerado suficiente, además de eso, del bienestar que proporciona el ocio, debe haber en las actividades que se plantean un objetivo final de lograr en función de sus gustos, el tiempo del que dispongan o de su capacidad económica, una verdadera voluntad de cambio de mentalidad de cómo se afronta la vejez desde y de la forma de vivirla, que será lo que haga que la persona que disfruta de una charla sobre un libro quiera también formar parte de un club de lectura o que quien se apunta a una visita guiada luego se anime a ser guía para otros.

Es decir, las políticas de envejecimiento activo no deben limitarse a un programa de acciones, deben tener como base una apuesta clara, sostenida por profesionales como psicólogos, terapeutas ocupacionales y trabajadores sociales que trabajen por un cambio de mentalidad en las personas mayores para que pasen de ser receptoras de servicios, que pueden aceptar o no, a ser verdaderos agentes activos en la organización y realización de actividades que les impliquen y que sean ellos los garantes de aquellas acciones que les permiten vivir una tercera edad plena, no solo con su participación, sino con la proyección que esta pueda tener en la sociedad y la importancia que se le dé que debe ir más allá de un reconocimiento institucional en un acto anual, un premio o en una cena de la tercera edad.

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No se trata de no hacer este tipo de actos de homenajes a los mayores, se trata de, además de eso, plantear políticas reales, efectivas, cuantificables y con presupuesto que superen estos actos simbólicos, que aunque sean también necesarios, no dejan de ser meros actos reivindicativos o lúdicos con cierta repercusión social, pero poca en la realidad fuera de las manidas declaraciones institucionales de puesta en valor de la experiencia y el sacrificio de los mayores que se escuchan de manera reiterada, pero que no se traducen en programas y ayudas rápidas y eficaces que supongan una repercusión cuantificable y directa en el bienestar y en el fomento de la actividad e influencia social efectiva de la tercera edad.

Es conveniente hacer un poco de historia para entender de manera amplia el concepto «envejecimiento activo». En los años 90, la Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó el término envejecimiento activo, para sustituir envejecimiento saludable. El propósito era resaltar que, además de la atención sanitaria, hay otra serie de factores sociales, económicos y culturales que afectan de manera definitiva al proceso del envejecimiento de las personas y en consecuencia de las sociedades en su conjunto.

El modelo de salud para las personas mayores, según la OMS, debe garantizar la consecución, mantenimiento y disfrute cuatro exigencias: autonomía, independencia, calidad de vida y esperanza de vida sana. Estas exigencias suponen la superación del concepto tradicional de que la salud es solo la ausencia de enfermedad, supone una visión integral de la persona en la que su bienestar desborda ese límite y abarca su situación social tanto a nivel afectivo, económico como agente participativo, autonomía en sus decisiones y bienestar psicológico. Envejecer conlleva además unos retos de futuro como son las residencias del mañana

En este sentido, señala que el establecimiento de programas para las personas mayores basados en este modelo debe perseguir un fin lúdico, de entretenimiento, que sea una diversión, una ocupación del tiempo de ocio, pero enmarcado dentro de unos objetivos definidos estrechamente relacionados con el propio ejercicio físico y con la planificación y cuantificación de la carga: duración, intensidad y regularidad suficiente para sacar el máximo provecho y conseguir beneficios para la calidad de vida de la persona a nivel fisiológico y social.

Se trata, en definitiva, que los programas de envejecimiento activo que se propician desde las distintas administraciones, entidades o empresas de servicios sociosanitarios den un paso más. Se hacen muchas cosas, en su inmensa mayoría, además, son muy bien acogidas y tienen gran éxito entre las personas a las que van dirigidas. Por eso se hace en este punto necesario plantear dan un paso más en el que el envejecimiento activo no sea una parte de un programa o de una iniciativa social, sino un eje de actuación sistematizado que forme parte de los planes de acción y que cale como un servicio más a la ciudadanía, a la que se deberá de dar herramientas y concienciar de que una buena calidad de vida en la vejez es en muchas ocasiones el resultado las propias acciones, no solo cuando se llega a la jubilación, sino antes.

Una buena vejez, rica en experiencias es resultado de, además de un razonable estado de salud que, por desgracia no siempre es posible, de una actitud ante la vida y de las oportunidades que la sociedad, de manera organizada y asequible para todos ofrece.

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