Los escritores ante la jubilación

En las últimas semanas se están sucediendo informaciones acerca de escritores que se han visto sorprendidos por Hacienda que les reclama sus pensiones de jubilación pues han cobrado derechos de autor por sus obras.

Tolstoy tendría que haber renunciado a su pensión

Leon Tolstoy también escribió hasta edad muy avanzada

La legislación española establece que percibir una pensión de jubilación y trabajar es incompatible, y por trabajo se entiende desarrollar una actividad habitual por la que se perciben ingresos que alcanzan o superan el salario mínimo interprofesional (9 172,80 al año), un límite establecido en la reforma de pensiones de 2011. En 2013 el gobierno creó la figura de «jubilación flexible», con la que la persona jubilada puede compatibilizar el trabajo, por cuenta propia o ajena, con el cobro de hasta el 50 % de la pensión. Tiene que pagar la parte correspondiente de las cotizaciones sociales de contingencias profesionales y accidentes de trabajo.

El problema que se presenta con los escritores es que la creación artística plantea inconvenientes como que los derechos de autor se pagan por adelantado y luego se descuentan a veces durante años, o que puede que los derechos sean tan exiguos que la opción entre ellos o la pensión suponga un grave quebranto económico.

Muchos escritores están siendo convocados por la Inspección de Hacienda para presentar sus contratos editoriales y deben enfrentarse a cuantiosas multas y a la retirada de sus pensiones.

¿Debe el creador dejar de escribir al llegar a los 65 años para poder cobrar su pensión? Si se tiene derecho a una pensión por haber cotizado el tiempo necesario, ¿por qué un renunciar a ella? Por otra parte, si se pueden tener acciones, o gestionar patrimonio, o percibir rentas, ¿por qué no recibir los derechos de autor? Cuando un autor se pone a escribir no puede prever si su novela tendrá éxito o no, ni lo que cobrará por ella al final, ¿debe solo escribir si prevé que venderá poco? Es absurdo. Está, además, la contradicción de que mientras el autor está vivo debe renunciar a su pensión o a sus derechos de autor, mientras que si fallece, sus herederos no tendrán problema para cobrarlos, aunque tengan trabajo, pensión o patrimonio.

Muy pocos escritores viven de los derechos de autor (en torno al 10 % del precio de venta de cada libro) y deben realizar otros trabajos que tratan de compatibilizar con la escritura por el que cotizan para su prestación por jubilación. La propia naturaleza del trabajo intelectual es incierta: un libro puede tener muchos lectores o quedarse en el almacén, o reeditarse con éxito a los cinco años, o a los quince, también puede terminar de escribirse en un año o en diez.

Las inspecciones afectan a más artistas como músicos, pintores o fotógrafos. Puede darse el caso de que en pintor venda varios cuadros pintados por él, supere los poco más de 9 000 euros de pensión y deba renunciar a ella, pero si vende un piso o un cuadro ajeno por varios cientos de miles de euros, no pasa nada.

La situación es de desprotección para los creadores, que deberían contemplarse de manera excepcional y hacer que fuera compatible la actividad artística con el cobro de la pensión. Hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría no son creadores de best seller, por un lado y, por otro, que los procesos de creación no entienden de edad, pudiendo crearse las mejores obras en los años de mayor madurez.

Las asociaciones y organizaciones de creadores aseguran que se pone en peligro el futuro de la creación artística en España. La Asociación Colegial de Escritores de España (ACE) cree que esta situación es muy perjudicial para el país, pues pierden los autores y la sociedad al impedir que una persona mayor de 65 años pueda seguir creando. Por su parte, los agentes literarios y editores también han expresado su preocupación.

En otros países europeos como Alemania, Suiza, Austria, Francia, Reino Unido, Suecia, Polonia, Italia, Chequia, Noruega, Portugal, Finlandia, Hungría, Suecia, Estonia, Chipre, Liechtenstein o Luxemburgo este conflicto no existe: el cobro de una pensión es compatible con cualquier actividad. Lo que es de sentido común es que la jubilación, que es un derecho ganado tras años de aportaciones, sea compatible con una actividad intelectual.

Que los autores deban decidir a los 65 años si siguen escribiendo o percibir su pensión, cuestiona el mero hecho de la creación literaria.

Valgan unos ejemplos:

Cervantes terminó Los trabajos de Persiles y Sigismunda cuatro días antes de su muerte, a los 69 años. En 1613, a los 66 años, reúne y publica en un único volumen sus Novelas ejemplares (de honestísimo entretenimiento).

Ana María Matute tras 30 años de silencio volvió a la literatura a los 71 años con la magnífica y monumental Olvidado rey Gudú, que supuso un renacimiento para ella y un placer inmenso para sus lectores.

Con 78 años Miguel Delibes publica El Hereje, en 1998 y le conceden el Premio Nacional de Narrativa.

Carmen Martín Gaite publica Nubosidad variable con 65 años y a partir de ahí escribe Caperucita en Manhattan, Dos cuentos maravillosos, La reina de las Nieves, Lo raro es vivir, Irse de casa, Los parentescos y La guapa dorroniense. 

Miguel de Unamuno había cumplido los 67 cuando publica San Manuel Bueno, mártir. 

José Luis Sampedro desarrolló su faceta de economista y con 70 años publicó La sonrisa etrusca, novela de la que hemos hablado en este blog.

Y así decenas de novelistas, poetas, ensayistas… que hoy se ven en medio se esta disyuntiva: Luis Landero, Javier Reverte, Antonio Gamoneda…

Hablamos siempre de envejecimiento activo, de la jubilación como una oportunidad para hacer otras cosas, del respecto al conocimiento y a las experiencias de vida de las personas mayores que permiten aprender y nos enriquecen a todos, sin embargo, los creadores, suya obra es patrimonio de todos y son la mayor riqueza que pueda tener un país, no están protegidos es últimos años ni la ley les ampara para que pueda seguir con su trabajo.

Debemos reflexionar sobre qué clase de país es el que no cuida de sus mejores talentos (en otra ocasión hablaremos de científicos e inventores que también tienen sus problemas) y presionar para que cambien las leyes, pues será en beneficio de todos.

Una respuesta hasta ahora

  1. Jesús Cigarrán dice:

    Me parece un despropósito total. En esos nueve mil y pocos euros entran también los ingresos por premios literarios? Si así es me parece aún mas injusto, que una persona pueda cobrar un premio millonario de, por ejemplo la lotería, sin que pase nada y que por un premio literario de 10.000 euros le quiten la pensión. Un palo mas a la cultura.