La imagen de la vejez en la pintura

Las bellas artes son reflejo de la época en que fueron creadas. A través de ellas podemos conocer modos y usos culturales y, por supuesto, la visión que tienen se su entorno y de sí mismos los artistas.

Es significativo que la imagen de la vejez en la pintura y, todavía con menor frecuencia en la escultura,  es mucho menos frecuente que la de jóvenes. En la escultura son figuras generalmente se trata santos o dioses y en su inmensa mayoría varones. Son figuras de autoridad y poder. En la pintura hay algo más de variedad, por lo que vamos a fijarnos en ella.

Lo primero que observamos es que el culto a la juventud y lozanía que se identifica con la belleza no es de ahora, forma parte de los cánones en todas las épocas y culturas. No es achacable, aunque lo potencie, a las redes o forma de vida. El edadismo ha existido siempre pues, aunque se tomara a la persona mayor como fuente de poder y reserva de sabiduría, su representación lleva a pensar que, en cuanto a su presencia en obras de arte, solo eran respetados de mayores si eran santos o poderosos.

La resistencia a representar un cuerpo mayor como un digno y bello viene de la herencia griega y la tradición judeocristiana que buscó la representación de viejos venerables, idealizados pues representan a Dios, los profetas, los patriarcas y los santos. Hasta el siglo XVII, con el arte barroco, son escasas las representaciones de hombres y mujeres mayores de extracción humilde. En el siglo XX, las imágenes de hombres y mujeres mayores están muy asociadas al aislamiento, la decrepitud y la tristeza, siempre que no sean retratos de prohombres.

Caso aparte son los autorretratos. Famosos son los Rembrandt, que se pintó a sí mismo en todas sus edades o Leonardo.

En la historia de la pintura, a partir del siglo XVI, si nos fijamos en las obras con personas maduras o ancianas, abundan retratos de hombres mayores que representan a san Pedro o profetas bíblicos y, por supuesto, retratos de reyes, nobles, cardenales y papas, que muestran una imagen impregnada de serenidad y con ausencia de todo signo de deterioro de su virilidad con imágenes que exhiben símbolos de poder y sabiduría. Destacan a su vez, quizá por ser más escasos, los retratos de hombres del pueblo en acciones cotidianas que, a menudo, aparecen de manera poco decorosa o perversa, cuando no borrachos o como mendigos zarrapastrosos. Así están como todos los cuadros que representan a Susana y los viejos, o bien son imágenes que mueven remiten a la decadencia y la decrepitud, como Dos viejos comiendo sopa de Goya. Esta visión de la vejez pintada en su versión más negativa no se traslada de manera general a la ancianidad masculina. En los retratos y autorretratos de hombres, la vejez masculina adquiere un carácter digno y universal.

la vejez en la pintura

En cuanto a las mujeres, se ven como extraordinarias las representaciones de mujeres mayores que no sean retratos de santas, esposas, religiosas principales, reinas o damas de la nobleza. Otra otra parte, está la representación alegórica de las tres edades, en la que la mujer que representa a la tercera sale claramente desfavorecida estéticamente con respecto a la primera y segunda, además de las criadas, alcahuetas y acompañantes poco recomendables de jóvenes cortesanas o ingenuas. Y, por supuesto, las representaciones de la muerte, siempre una figura anciana y siniestra. De esta manera, resulta extraordinario Vieja friendo huevos de Velázquez, en la que se presenta a una mujer mayor haciendo una labor cotidiana.

Es relevante destacar el aspecto de género también en cómo se afrontan los retratos de hombres y mujeres mayores. Las mujeres ancianas se asocian a vicios y pecados: la avaricia, la envidia…, representan el mal, son brujas o hechiceras y sus cuerpos están deteriorados, aparecen sin dientes y, en general generan sentimientos de repulsión. Se salva la madre de la Virgen, santa Ana, pero se da el caso curioso de que la imagen de su hija, María, siempre aparece en plenitud de su belleza y atributos, aunque sea en representaciones de la crucifixión de Jesús o de su ascensión a los cielos, en las que por lógica debería verse una anciana.

Está la excepción de la pintura de los Países Bajos de los siglos XVI y XVII, en el estilo llamado de género referido a los interiores flamencos que presentan a las mujeres mayores integradas en la vida cotidiana, leyendo, cosiendo o dedicadas al cuidado familiar. Es mundo privado, alejado de lo público, un espacio de pertenencia vinculado a las mujeres que alcanzan la vejez con naturalidad y dignidad.

El arte es un reflejo de la sociedad. Cada época cuenta con visión del mundo, de la sociedad y estándares de belleza, por lo que la representación pictórica del cuerpo de la persona mayores da cuenta de los prejuicios e idealización de las distintas épocas respecto de la vejez. En nuestra mirada como espectadores podemos aprender y comprender de las visiones que plasman los artistas de la vejez. (En muchas residencias también se trabaja con la arteterapia)

Las imágenes no son inocentes, transmiten valores y reflejan la realidad. Podemos mirar desde una nueva perspectiva cómo se refleja a los ancianos en las distintas manifestaciones artísticas.

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