Condicionantes en el estudio de la violencia laboral en las residencias de mayores

En anteriores ocasiones y tratamos de la mano de la psicologa y escritora Cristina Vidal Martí la violencia laboral en las residencias de mayores. De hecho, hoy publicamos un segundo fragmento de su libro “La violencia laboral en las residencias de mayores ¿Cómo gestionar la agresividad de la persona usuaria?” publicado por Horsori Editorial. Dice así:

Antes de iniciar propiamente este apartado, es conveniente comentar cuatro elementos de carácter explicativo que ayudan a identificar algunos de los aspectos que condicionan el estudio de la violencia laboral en las residencias de mayores.

El primer elemento es que los profesionales y el equipo directivo (directores, gerente, médicos, educadores…) no utilizan el término violencia laboral de tipo II. Este concepto se emplea en la literatura científica, pero, en el día a día profesional, se sustituye este concepto por otros como, por ejemplo, la agresión. En definitiva, el concepto violencia laboral no se concibe como termino en el mundo profesional, sino que queda restringido de manera más específica a la literatura científica.

El segundo elemento es los pocos estudios existentes. El primer estudio sobre la violencia laboral en residencias de mayores fue elaborado por Lusk en 1992. Sin embargo, no será hasta diez años más tarde, que aumentó el número de estudios, aunque de manera desigual en países y en número de publicaciones (Gates et al., 2002; Menckel y Viitasa, 2002; Åström et al., 2002). A día de hoy, esta diferencia sigue siendo evidente, y una constatación de esta desigualdad es que hay países donde este objeto de estudio no se investigó.

La violencia es un concepto tabú en las residencias de mayores (Mandiracioglu y Cam, 2006). Los profesionales y directores rechazan el fenómeno hasta el punto de negarlo; los primeros lo hacen porque no encuentran el apoyo institucional que desearían y los directores, como gestores de centros, consideran que el cliente de un servicio –ya sea la misma persona mayor o su familia–posee todos los derechos y estos deben ser mantenidos y salvaguardados.

Cristina Vidal Martí

Este tercer elemento se explica porque, en un gran número de casos, es la persona mayor o la familia, quien a través de su renta o bien con la ayuda de otros recursos, paga directamente el servicio de la residencia.

Y un cuarto elemento es que los profesionales de este sector, como cualquier otro de atención a situaciones y/o colectivos de especial vulnerabilidad, tienen la creencia de que la violencia forma parte de la tarea profesional, un riesgo inherente de la profesión. Este fenómeno que se conoce como el síndrome del puesto de trabajo es un pensamiento erróneo presente en un gran número de profesionales (Gates, Fitzwater y Meyer, 1999; Gates et al., 2002; Åkerstrom, 2002; Sanvide et al., 2004; Zeller et al., 2009). Algunos otros autores argumentan que la violencia que sufren los profesionales se debe al tipo de usuario que atienden y justifican el acto violento a la enfermedad, la edad o la situación de vulnerabilidad de la persona que atienden (Akerstrom, 2002); sin embargo, estos elementos (enfermedad, edad y vulnerabilidad) no fueron probados en las investigaciones como agentes causantes y determinantes, sino como factores de riesgo.

Una vez presentados los cuatro condicionantes de la percepción del fenómeno, se exponen las investigaciones realizadas. Se identifican dos líneas de investigación claramente diferenciadas: una primera orientada a conocer el alcance del fenómeno y, una segunda, menos desarrollada, centrada en identificar los factores protectores.

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