La atención primaria multidisciplinar frena la fragilidad de los mayores

El envejecimiento supone de manera natural una pérdida de capacidades físicas, dificultades para llevar a cabo ciertas tareas cotidianas y una mayor vulnerabilidad antes las enfermedades. Es lo que geriatría se denomina «fragilidad».

La fragilidad se caracteriza por una disminución de la reserva fisiológica o lo que se ha llamado un estado de homeoestenosis. Este estado se traduciría en un aumento del riesgo de incapacidad, una pérdida de la resistencia y una mayor vulnerabilidad a eventos adversos. También se puede definir como una capacidad reducida del organismo a enfrentar el estrés.

Este estado de pérdida aumenta el riesgo de caídas, hospitalizaciones y accidentes. En España, entre las personas mayores de 65 años la fragilidad tiene una prevalencia del 27 % y la prefragilidad del 50,9 %. Estos porcentajes aumentan con la edad, y de manera más acusada en mujeres. Ante el reto de una población cada vez más envejecida, la fragilidad supone una de as cuestiones claves a abordar para mantener unos niveles de salud adecuado y reducir la dependencia. Abordad la fragilidad de los mayores es, por consiguiente, un gran reto para la salud pública.

En esta línea, es muy interesante un estudio promovido por la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFiC), en el que se concluye que la intervención multidisciplinar de la atención primaria en el cuidado de personas mayores puede evitar o incluso en algunos casos revertir la progresión hacia un estado de fragilidad de las personas mayores.

El ensayo concluye que un planteamiento sanitario en la atención primaria que tenga en cuenta factores como la actividad física, la dieta, la revisión de los fármacos prescritos, sobre todo en pacientes polimedicados, y las necesidades sociales contribuye a mantener y mejorar la capacidad funcional y cognitiva. También, y como consecuencia, se reduce el uso de recursos sociosanitarios, pues se retrasa o evita la dependencia, se visita menos al médico y reducen los ingresos hospitalarios.

En el estudio participaron 200 personas mayores de 80 años, usuarias de un centro de atención primaria urbano, que cumplían los criterios de prefragilidad, según criterios de Fried (Los criterios de Fried se refieren a una de las principales investigadoras del tema, Linda Fried, que publicó 2001 la descripción de un fenotipo clínico de fragilidad que comprendía los siguientes criterios: pérdida intencional de peso de al menos el 5 % en el último año, cansancio, baja actividad física, lentitud de la marcha y debilidad muscular. Se considera que una persona es frágil si cumple tres o más).

( Cinco consejos a tener en cuenta la practicar ejercicio más allá de los 65 años)

La media de edad de los participantes fue de 84,5 años, el 64,5 % fueron mujeres. Para realizar el estudio comparativo se hicieron dos grupos divididos de forma aleatoria. Un grupo recibió el seguimiento habitual que se da en la atención primaria (visitas de control y de seguimiento de las enfermedades crónicas y sus tratamientos desde las consultas de medicina y enfermería), y el otro participó en una intervención interdisciplinaria y multifactorial durante 6 meses.
Se diseñaron cuatro ejes de intervención y estudio: actividad física, dieta, revisión de fármacos y abordaje social.

El programa de ejercicios se planificó en 9 sesiones, y fue dirigido por una médica y una enfermera de familia y comunitaria. También se impartieron con instrucciones y recomendaciones para hacer ejercicios de manera autónoma, como caminar tres o más días a la semana de 30 a 60 minutos o hacer ejercicios de fuerza, resistencia, equilibrio y coordinación.
El eje de la dieta partió de una sesión de grupo sobre dieta mediterránea y después se hizo un asesoramiento individual sobre cambios nutricionales.

En cuanto al control farmacológico, se valoraron as prescripciones de cada participante para comprobar si era adecuada, según los criterios STOPP-START 2014; estos criterios son una de las herramientas más utilizadas en Europa para detectar posibles errores de tratamiento en personas mayores. Tras la evaluación se recomendaron cambios en los tratamientos.

Por último, para abordar las cuestiones sociales propias de cada participante se revisaron las condiciones individuales y del hogar, y las necesidades de apoyo por parte de un trabajador social.

Tras 12 meses, se volvió a hacer una valoración en ambos grupos, con la referencia de la evaluación inicial. La conclusión fue que se apreciaba menor fragilidad en el grupo de intervención: 8,2 % del grupo que recibió el tratamiento habitual con respecto a un 23,9 % del grupo intervención. Los resultados muestran también que ser mujer y viuda se asocia con un mayor riesgo de fragilidad.

También se observó que un 14,1 % de las personas mayores participantes del grupo intervención pasaron de ser considerados prefrágiles al no cumplir ningún criterio de fragilidad situándose en la robustez, mientras que en el grupo control se dio este hecho en un 1,1 %. Es de destacar que, entre las personas del grupo intervención se mejoró el estado funcional y nutricional, la adherencia a la dieta mediterránea, la calidad de vida y la movilidad.

La importancia de este estudio radica en que se demuestra el beneficio para las personas mayores prefrágiles o frágiles de una atención primaria que priorice estrategias de envejecimiento activo y saludable, de manera multidisciplinar que aborde de manera integral el cuidado y seguimiento sanitario.

Para conocer más sobre la fragilidad en las personas mayores, son muy interesantes las publicaciones siguientes:

«La fragilidad en las personas mayores y su manejo», publicado por Envejecimiento en Red EnR?
«Detección y manejo de la fragilidad en Atención Primaria; actualización», publicado por el CSIC.
El libro blanco de la fragilidad, publicado por la SEMEG (Sociedad Española de Medicina Geriátrica).

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