Trabajadoras sociales en el ámbito geriátrico residencial

En ésta ocasión escribe para nuestro Blog Rubén Yusta Tirado, trabajador social y gerontólogo para hablar de diferentes aspectos importantes relacionados con las trabajadoras sociales en el ámbito geriátrico residencial .

En una sociedad en la que el trabajo social supone una disciplina y una profesión fundamental para defender los principios de la Justicia Social y los Derechos Humanos, todavía hay cierto desconocimiento sobre el papel de esta disciplina en el ámbito de la gerontología y, más concretamente, en el ámbito residencial. Ciertamente, cada vez son más las trabajadoras sociales ( y hablamos en femenino por ser una profesión mayoritariamente desarrollada por mujeres) que desempeñan su labor en el ámbito residencial, especializándose y desarrollándose en un ámbito que cuenta con un gran potencial de crecimiento, basándonos en las previsiones demográficas actuales; pero también con muchas complejidades, como ha sido la gestión de la crisis sanitaria reciente, la disparidad de funciones que encontramos entre los diversos centros residenciales o por las actuales condiciones laborales de esta y de muchas otras profesiones del equipo interdisciplinar de los centros que, sin entrar mucho en ello, podemos categorizar como “mejorables”.

Tal y como comentábamos, la figura de la trabajadora social realiza diversas funciones, dependiendo del centro o de la institución en la que se encuentre. Esto es algo que además de dificultar un establecimiento de la especialidad como tal, también genera cierta confusión a la hora de identificar las funciones, o mejor dicho competencias, de esta figura profesional en el ámbito geriátrico residencial, lo cual en ocasiones también es percibido por el resto de los/as profesionales, las personas usuarias y por su entorno sociofamiliar. Por todo ello, para ampliar nuestro conocimiento de una disciplina y una profesión fundamental en el ámbito de la gerontología, vamos a acercarnos a la naturaleza del trabajo social en este ámbito y a todas aquellas competencias y cuestiones en las que interviene.

Manuel Martín define el trabajo social gerontológico como la práctica y disciplina científica que se encarga de conocer las causas y los efectos de los problemas sociales individuales y colectivos de las personas mayores y de cómo lograr que dichas personas asuman una acción organizada tanto preventiva como transformadora para superarlos. Se trata pues, de una intervención profesional intencionada y científica (por lo tanto racional y organizada) en la realidad social de las personas mayores, para conocerla y transformarla, contribuyendo con otras profesiones a lograr el bienestar de este colectivo (Martín, 2012). Con esta completa definición, observamos como aspectos relacionados con el conocimiento de los problemas que afectan a las personas mayores, la superación de los mismos, el conocimiento de las realidades que vive este colectivo o la consecución de un elemento tan importante como el bienestar, se ponen en marcha en manos de las trabajadoras sociales y se aplican allí donde esta figura profesional se encuentra representada.

Pero no hace falta que recurramos a definiciones complejas para entender la importancia de la figura de las trabajadoras sociales en el ámbito geriátrico residencial. Desde sus orígenes, el trabajo social ha estado ligado a los principios de dignidad, libertad e igualdad. Valores necesarios y muy presentes en el ámbito de la gerontología, y que fundamentan la profesión junto con principios básicos como la aceptación de la persona usuaria, la individualización, la promoción integral de la persona, la autonomía y la autodeterminación. Estos valores también son compartidos por la Atención Centrada en la Persona, enfoque categorizado por la mayoría de los/as profesionales como el modelo en el que debe basarse la atención gerontológica del futuro, lo cual hace que identifiquemos esta figura profesional como una de las más adecuadas a la hora de contribuir en el desarrollo de los nuevos modelos de intervención, necesarios para incidir en las necesidades actuales de las personas mayores de nuestra sociedad.

Por último, no podemos olvidar el carácter polifacético de esta disciplina. Las trabajadoras sociales intervienen de forma directa ante las necesidades que presentan las personas usuarias, pero también realizan una función de prevención de estas necesidades, de mediación en las situaciones complejas por las que atraviesa la persona y de interconexión de ésta con el ámbito comunitario, persiguiendo en todo momento y teniendo presente que el/la mayor, independientemente del lugar en el que resida, necesita seguir manteniendo contacto con la comunidad, posibilitando así la normalización de los entornos residenciales y de todos aquellos servicios y prestaciones dirigidos hacia este colectivo. Esto se refleja en la variedad de funciones y competencias asumidas por las trabajadoras sociales especializadas en el ámbito de la gerontología, que se adaptan a las necesidades, no solo de la institución en la que se se encuentran, sino de las personas con las que intervienen.

En definitiva, nos encontramos ante un perfil profesional que encarna a la perfección y que desarrolla desde sus propias competencias profesionales valores que son claves en el desarrollo actual y futuro del ámbito de la gerontología. Por todo ello, cada vez es más habitual que esta figura profesional esté presente en los principales servicios dirigidos a la atención de las necesidades, no solo de las personas dependientes, sino también de la población mayor. Por tanto, la presencia de trabajadoras sociales en el ámbito geriátrico residencial, es sinónimo de un acompañamiento de la persona usuaria en pos de un empoderamiento personal, de una promoción de la autodeterminación y, en definitiva, de una mejora de las condiciones de vida de las personas que pertenecen al ámbito de la gerontología.

Bibliografía:

Martín García, M. (2012). Trabajo Social con personas mayores. Teoría y práctica del Trabajo Social Gerontológico. Servicios Sociales y Política Social, 98(1), 9-34.

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