Atención domiciliaria (SAD). Pasado, presente y futuro

En estos últimos años, y sobretodo después de la pandemia, el sector de la atención domiciliaria ha experimentado una progresión notable. Por eso hemos pensado en hablar de como empezó, como está y hacia donde va este servicio.

Se conoce que entre los primeros países en desarrollar la atención domiciliaria se encuentra Gran Bretaña, centrada sobretodo en proporcionar asistencia sanitaria en los domicilios de los británicos. Tanto a este país como en otro pionero como lo fueron los Países Bajos, este servicio fue llevado a cabo eminentemente por entidades o instituciones de carácter religioso. No fue hasta las décadas de los años 60 y 70 que, a estos pioneros, se les sumaron muchos otros países de la Europa desarrollada por ese entonces. Gracias a la rápida evolución, en esas décadas, del servicio de atención domiciliaria, muchas personas que vivían en residencias de mayores o hospitales psiquiátricos, por ejemplo, pudieron volver a sus hogares. Este proceso se conoce como “desistitucionalización”.

En las siguientes décadas en los que progresivamente fue aumentando la esperanza de vida gracias en gran parte al fin de la mayoría de guerras de nuestro continente, aumentó la incidencia de las personas con demencia, las cuales necesitaban de cuidados de larga duración de carácter más complejo. A raíz de esto, y pensando en maneras de atender al mismo tiempo a más personas con necesidades similares, y en un mismo espacio (sin volver a las grandes residencias), se desarrolló en los países nórdicos la idea de las unidades de convivencia.

La idea era que un grupo reducido de entre 10-15 personas tuvieran espacios propios privados y espacios comunes (unidades de convivencia), pero que al mismo tiempo estuvieran con otras personas que también tuvieran sus unidades de convivencia. Es decir, un gran centro con varias plantas dividido en pequeñas unidades de convivencia. Esta gran forma de organización de los espacios, que los hacía más hogareños, personalizados y eficientes al mismo tiempo, se ha ido extendiendo por multitud de países hasta nuestros días.

¿Y qué ocurre en España?

En nuestro país, los inicios de la ayuda a domicilio pueden situarse en la década de los 70, aunque de forma aun muy poco incipiente. De hecho, la definición de las características del servicio de atención domiciliaria (SAD) llegaría de la mano de la Constitución Española de 1978. Como curiosidad, pocos años antes, se público el primer estudio sociológico español sobre la vejez, el informe GAUR (1975) en el que se realizó un análisis exhaustivo sobre las condiciones de vida de los jubilados españoles.

En ese estudio en donde la capacidad económica de los jubilados era casi inexistente, también se detalló que El 75% de sus viviendas carecían de uno o varios equipamientos básicos, el 45% del total de los ancianos no podía realizar su deseo de utilizar la radio, la televisión, periódico o cine por no tener dinero…”

Unos diez años después, hacía finales de los 80, el movimiento vecinal y comunitario en España tomó mucho protagonismo. La relación de estos movimientos y planteamientos sociales con las políticas de la vejez, era de apoyo total a la opción de atender a las personas mayores en su entorno habitual. Es decir, que el centro de atención en la proporción de cuidados estuviera en las casas de los mayores y no en las residencias.

En los siguientes años, a principios de los años 90, parece que se dieron cuenta que estaban actuando con más ganas que cabeza y que hacía falta hacer un análisis y planificación del presente y el futuro para seguir progresando. Es en este momento cuando ve la luz Plan Gerontológico (INSERSO, 1993), en el que se estaba trabajando desde el año 1988. La implantación de este plan supuso un cambio cualitativo para el área del conocimiento relacionada con la vejez, y se convirtió, de manera rápida, en un documento clave para el sector ya que ayudó a aclarar conceptualmente los diferentes servicios gerontológicos y sus funciones para dar respuesta las necesidades.

Posteriormente, una década y poco después, hubo un momento que supuso un punto de inflexión para este servicio. Un punto de inflexión en positivo. Ese momento fue la entrada de vigor de la Ley 39/2006 de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en situación de Dependencia (LAPAD). Esta ley, aunque no ha funcionado como se había pensado, aumentó la protección social de las personas con dependencia y dio acceso al servicio a muchas personas. Desde ese momento, a nivel público, las personas que tienen reconocida una situación de dependencia (Grado I, II o III) pueden optar a unas horas de atención domiciliaria de carácter público y gratuito, que solo se deberá pagar en parte en determinados casos, dependiendo de la capacidad económica del usuario

Presente y futuro

En esta última década los servicios se han ido profesionalizando e integrando con otros servicios. Los servicios de atención domiciliaria cada vez cuentas con una planificación de tareas y objetivos más clara. Ya no es solo una trabajadora familiar la que acude al domicilio, sino que acuden otros profesionales como la enfermera, la fisioterapeuta, el médico, la terapeuta ocupacional etc. También se ha aumentado las posibilidades de adaptación del domicilio a las necesidades actuales de a persona atendida, y la coordinación con los servicios de centros de día a los que pueda acudir.

A su vez, merece una mención importante “la alianza” con el servicio de teleasistencia, los cuales ofrecen cada año mejores prestaciones, combinándose con sensores de caídas, sensores de humo, relojes o pulseras inteligentes para la monitorización de la salud etc. Todo para lograr una atención integral de la persona y que marca la línea a seguir en el futuro.

Autor: Carles Reixach, trabajador social y gerontólogo.

Sobre la atención domiciliaria te puede interesar:

Comentarios cerrados.